Sufrió un cruel acoso escolar en su infancia y adolescencia a causa de su ambiguedad sexual, luego se encerró a opositar pero le costaba demasiado y hubo que echarle una mano. No ligaba ni con mujeres ni con hombres, se pasó años solo en la larga barra de la discoteca “Daniel” de Pontevedra, por eso tuvo que recurrir a una doble vida
fuera de su ciudad y al sexo por dinero. Lo practicaba en el Caribe,
sobre todo República Dominicana y Cuba, y en el barrio de Chueca
(Madrid). Para mayor desgracia, tuvo un accidente de coche con 24 años,
cuando se despeñó por un precipicio de Palas de Rei. El cirujano plástico Luis Zaera de la Vega tardó seis horas en quirófano para reconstruirle el rostro. Cuando pudo mirarse al espejo, Mariano vio un monstruo.
Y con esa desgracia del destino tuvo que convivir, por eso decidió
meterse en un partido del régimen, donde la impostura campaba a sus
anchas. Y desde allí pudo devolver a los ciudadanos la crueldad con la
que la vida lo había tratado a él. De sus cinco amigos íntimos, tres reconocen que participaron en fiestas sexuales con él, pero callan: a uno le consiguió un “pelotazo” de 30 millones de euros con la Xunta de Galicia y otro de 153.000 con la trama mafiosa Gurtel, al segundo que pudiera rodar su primera película y a un tercero un puesto de trabajo. Sabemos los nombres.
Ninguna biografía oficial de Rajoy lo desvela, pero lo cierto
es que el cinismo y las continuas mentiras del presidente del Gobierno,
hasta convertirse en un estado practicamente patológico, proceden de algo que traumatizaría a cualquier ser humano de por vida: con 24 años su rostro hasta entonces delicado y casi femenino se transformó en algo mostruoso y atroz: “Vino en un estado lamentable,
tenía un traumatismo facial muy grave, en toda la cara, los labios, los
párpados, múltiples heridas. Me guié por ciertas marcas. Para
reconstruir, por ejemplo, la comisura labial destrozada, la división
entre la mucosa y la piel se convierte en una línea a seguir. Estaba prácticamente desfigurado por el accidente. Tenía tremendos destrozos, las heridas son muy visibles y perturbadoras. Y él tenía muchas heridas”, recuerda el doctor Luis Zaera de la Vega.
Mariano Rajoy nunca fue muy hábil conduciendo
automóviles, quizás por eso lleva 30 años subido a un coche oficial con
chófer, todo con dinero público. En Villafranca del Bierzo,
el alcalde del pueblo donde Rajoy eligió con 23 años uno de sus
destinos como registrador de la propiedad, cuenta que estrelló su coche
utilitario contra una farola cuya factura tuvo que abonar. Un año
después tendría el desgraciado y aparatoso accidente con su “Seat 127”,
hecho que acentuó aún más su complejo de inutilidad. Para colmo, ya
maduro, también tendría un accidente de helicóptero cuando viajaba con
Esperanza Aguirre, lo que le hace tener pánico a las hélices. Parece
sufrir un destino marcado por la tragedia que siempre esquiva pero que
tarde o temprano llegará.
Según cuentan sus amigos de esos años, Rajoy apuraba
la vida al máximo, pero debía guardar discreción en los pueblos donde
trabajaba. El registrador, como el médico, el notario o el maestro,
posee un estatus, aunque sea joven. Por eso se desfogaba fuera de
Galicia. Y tenemos los nombres de tres testigos: el realizador Angel Peláez, el empresario Gerardo Lorenzo y el periodista y médico P. R. –damos solo las iniciales por expreso deseo del mismo–, los tres gallegos que conocen los viajes clandestinos de Mariano Rajoy al Caribe y, especialmente a Cuba, los más conflictivos diplomáticamente, además de sus devaneos por el barrio de Chueca en Madrid.
Los tres tienen datos, pruebas y, lo que es más comprometedor,
fotografías de sus juergas y fiestas con todo tipo de geografías
humanas, de toda suerte y condición. “Era normal, estaba soltero y le gustaba el sexo, fuera de Pontevedra se soltaba”,
comenta a este blog un allegado a uno de estos tres amigos que escuchó
el pormenorizado relato de uno de ellos. El problema es que los viajes secretos de Rajoy a Cuba
ahora son un problema político porque lo que fue un divertimento
secreto y quizás algo hipócrita de un diputado del PP ahora se convierte
en un asunto de Estado como presidente del Gobierno.
¿Con quién estuvo Rajoy? ¿alguien puede hacerle chantaje con las
fotografías de esas lascivas orgías? Nada se sabe, salvo que en una de
ellas la farra fue de tal calibre que tuvo otro leve accidente de tráfico, el tercero tras el que le marcó la cara, anterior al cuarto, que fue el del helicóptero con Esperanza Aguirre. Y no es su único secreto.
Ya son cada día más los ciudadanos –y lo que es peor para él, algunos periodistas– que están hartos del conocido cinismo de Mariano Rajoy
–el de mayor grado de toda la “casta política”– y de su doble vida, que
consideran el origen de su repulsiva tolerancia hacia la corrupción
institucional que está desangrando a España. Hasta ahora el tema de su
biografía era tabú, pero su ya insistente vocación de “dejar hacer,
dejar pasar”, eufemismo de cruzarse de brazos y no hacer absolutamente
nada que pueda contrariar lo más mínimo a nadie de su partido o del
consejo de ministros, se interpreta como la filosofía de un simple “bon vivant” o “caradura”.
¿A qué se debe su extremada crueldad? Rajoy es insensible al drama cotidiano de 6 millones de españoles en paro, 300.000 estafados por los bancos, la mayoría ancianos, 425.000 personas desahuciadas, más de 700.000 ciudadanos exiliados, 983.000 jóvenes sin empleo y sin futuro (57,7%, la más alta de Europa y gran parte del mundo), otros 1,4 millones ciudadanos sin luz ni calefacción, cortada en invierno, más de 15.000 suicidios en los 5 años de crisis…
Y lo que es peor: el hambre física que ha vuelto a España y que no se
veía desde la posguerra civil. Los bancos de alimentos y las ONG, ya
sean católicas o laicas, claman al cielo por la insensibilidad de un presidente que es incapaz de ver más allá de sus narices el drama del hambre infantil que golpea a su pueblo: 2,2 millones de niños afectados.
Él todo lo soluciona con una frase ocurrente, un refrán que cree
gracioso y que su corte de aduladores le ríe, una timidez enfermiza y un
complejo de culpa por lo que sabe de su pasado, borrascoso, oscuro y
falaz.
La biografía oficial de Rajoy
para intentar comprender las razones de su rostro de hielo, su
arraigada tolerancia –cuando no connivencia e incluso autoría– con el
delito administrativo y el nepotismo, y su desdén hacia el sufrimiento
ajeno. Según cuentan varios ciudadanos gallegos asqueados con la
corrupción que nos han hecho llegar su testimonio, Rajoy fue un chico atormentado en su infancia, adolescencia y vida universitaria
por las continuas bromas de sus compañeros, a veces crueles, debido a
su ambigua identidad sexual, algo que ocultan todas sus biografías
oficiales.
El ciudadano mayor de edad no puede conocer ese dato de su presidente
de Gobierno o candidato al cargo porque investigarlo es “políticamente
incorrecto”. Algo incomprensible en una democracia que se precie, y no
solo las anglosajonas. Lo cierto es que a su timidez y ambigüedad sexual
le sumó el grave accidente de tráfico que le desfiguró el rostro y le
convirtió durante años en un monstruo acomplejado y frío que sólo podía
tener sexo por dinero. “Nadie quería ligar con él, por eso su vida siempre la hacía fuera de Pontevedra”, señala una allegada suya. Y el suplicio, que ahora le devuelve con creces a los españoles, duró años.
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