El pasado 8 de octubre, a las cuatro de
la tarde en punto, los físicos rusos Takaaki Kajita y Arthur McDonald
lanzaron la primera mitad de la frase “un vaso es un vaso y un plato es
un plato” sobre un pequeño grupo de neutrinos que se encontraban tomando
café en el apartamento de uno de ellos, en pleno centro de Londres. Se
produjo una discreta explosión en el living y desaparecieron todos los
álamos de Hyde Park. Veintisiete segundos más tarde, Kajita convenció a
Mcdonald para arrojar la segunda parte del aserto de Mariano Rajoy, “y
un plato es un plato”, a través de una de las ventanas del apartamento, a
pesar de que la mitad de los neutrinos afectados por la primera
andanada ya no conservaban la cabeza y el resto tenían la ropa hecha
jirones. Parece ser que, en lugar de una segunda explosión cuántica, se
produjo una extraordinaria indignación. Todos los álamos de Hyde Park
volvieron a aparecer, pero no en el famoso parque de la capital
londinense sino a 465 kilómetros de allí, justo encima del automóvil del
embajador de la OCDE en París, José Ignacio Wert. Las partículas
subatómicas que se encontraban en el apartamento, incluyendo las
decapitadas, saltaron a la calle y le propinaron una paliza de tres
cuartos de hora a un hombre que vestía como un diputado y andaba como un
delincuente. “Creíamos que era Rodrigo Rato”, confesó uno de los
neutrinos afectados por el experimento.
“Solo queríamos comprobar si los
neutrinos tienen estómago y, en tal caso, que cantidad de sandeces
pueden escuchar antes de vomitar su masa subatómica, si es que la
tienen”, se han lamentado Kajita y McDonald.
El Partido Popular cree que bombardear
neutrinos con filosofía no lleva a ninguna parte, “como mucho a una
disquisición”, según palabras del propio presidente del Gobierno,
Mariano Rajoy.
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