martes, 27 de octubre de 2015

la doble cara

Estos son los hijos de Horus. Los hijos del ojo que todo lo ve y que todo lo gobierna, son los vampiros: los ángeles caídos de la Historia. España ha sido desde siempre la casa cuna de los rostros dobles. Hay infinidad de fotos o imágenes que así lo atestiguan; que nos ponen al corriente de aquellos hijos del demonio que nos controlan y que ya no se esconden,como antes, para decirnos, a las claras, que están aquí para dominarnos, embrutecernos, y matarnos a base de infectas mercancías embaladas para ese fin. Y esta casta es lo que representa esa infecta mercadería: virus malignos que nos despiertan los cánceres por vía de mala leche, que también. Esto que nos pasa es una ingesta de mala carne, que también, que hemos ido votando para gobernar nuestros pueblos, ciudades y casas. Una patología que lo único que nos lleva es a darnos cuenta que los ricos, como ella, cada vez quieren más y más, -como Arturito Mas-, y que lo obtienen a base de un descerebrado sentido de la decencia y el buen don. Son coágulos de sangre salidos de las entrañas de Set, como las entrañas oscurantistas de la casta religiosa. Y, ¿qué podemos esperar de estos descendientes de Set? Nada. Lo mismo que podemos esperar de los hijos de las tinieblas que oscurece el Vaticano; el mismo que llama al sínodo, y a los hijos de  Al-läh los convierte en ñus camino del pasto fresco que reverdece en Europa. No sin peligro de que caimanes o cocodrilos de las fronteras les retengan, roben, despojen de los pocos haberes que puedan llevar, y  de la idea de volver a sus países, con el tiempo. La debacle ha llegado de la mano de estos indeseables y por ellos se están cumpliendo las escrituras contenidas en ese libro llamado Biblia. Los tiempos son llegados. Naturalmente, que son llegados. Vosotros sois la mano impía, asesina, de la Orden de los Oscuros, para hacer cumplir el fin del tiempo. Bien habéis aprendido la lección para que el tiempo y en el tiempo, se cumpla la venida de (¡...!) un Mesía, matado por vosotros, hace dos mil años.
Pueblo: nos infectaron con un virus llamado Dios que nos debora las entrañas y nos hace merecedores de una venida tras otra, a darnos cuenta que nada existe más allá, de los ojos que miran.

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