El Cristo crucificado encima de las pizarras de los colegios españoles no será finalmente obligatorio, tal como solicitaba la Conferencia Episcopal Española, pero su colocación proporcionará determinadas prebendas académicas a los alumnos cuya aula sea presidida por una cruz homologada. Además de media hora más de recreo diario, los colegiales verán aumentada en tres puntos la nota media de fin de curso y se les permitirá dejar de memorizar hasta cincuenta y siete ríos de España y Europa, cinco adverbios de lugar y doce elementos de la tabla periódica.
El crucifijo, que deberá tener una altura mínima de cincuenta centímetros, mostrará a Jesús con sus correspondientes efectos especiales, que incluirán obligatoriamente los clavos atravesando manos y pies, la corona de espinas y el lanzazo en el costado. La sangre manará en abundancia y el semblante del hijo de Dios será suficientemente trágico como para consternar a un mínimo de cuarenta alumnos al mismo tiempo. Una Virgen María junto al crucifijo eximirá, además, a los escolares de aprenderse la tabla de multiplicar del siete y del nueve.
Por otro lado, aquellos colegios que prefieran prescindir del crucifijo tendrán la obligación de colocar un retrato de Ángela Merkel en el lugar reservado para el Cristo, y los alumnos de esas aulas portarán un capirote de color rojo, además de tener que añadir ochenta y nueve nombres más a la lista de los Reyes Godos. “Ya sé que solo hay treinta y tres reyes”, ha declarado el ministro Wert, “pero eso es lo que les pasa a los escolares ateos”.
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