jueves, 12 de diciembre de 2013

son muchos años en seguridad

para saber que, el dinero invertido en seguridad privada, provenía del bolsillo de sus señorías. Quienes, con la información de primera mano, al privatizar ciertos lugares donde las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado prestaban servicio: vease bancos, por ejemplo, vieron las echuras para llevarse una pasta gansa invirtiendo en ello. Los furgones blindados fue lo primero que se incautaron. 
Ahora, ya, sin enemigos etarras a quienes tener en frente, se les va el negocio de las manos y para no perderlo, lo hacen casi público. Un auténtico mazazo a las fuerzas del Estado, que ven cómo sus longas vidas se acaban. ¡Tanto prepararse para terminar siendo lo mismo que un vigilante de seguridad! Piensan. 
Menuda plomada se han llevado nuestros muy uniformados y pimpollos guardias civiles y policías nacionales. Y es que, el que te sube, tiene la manía de bajarte, y no de buenas maneras.
Yo no estoy tan seguro de lo que dice el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, que para acallar las bocas de los sindicatos de los uniformados, les está mandando recados de que no hagan caso de las habladurías. Pero, de los ministros, ya sabemos el grado de credibilidad hay que concederles. Cero. Y menos cuando se trata del dinero de ellos: sus señorías.
Lo que está claro es, que los vigilantes de seguridad (escoltas) que montaban guardia en los países nórdicos-vascos, ahora están sin nada que hacer, y hay que darles ocupación en las calles, las cárceles y burdeles varios. ¡Todo sea por sus señorías!

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