martes, 10 de diciembre de 2013

Ayer opinaba de Mandela

escribía de la necesidad de acabar con todos aquellos: marionetas necesarios para las guerras de palacio. Hoy no solo me reafirmo en lo escrito, sino que debemos saber de dónde sale tanto bueno que nos gobierna. Y nos damos cuenta que no solo están manipulando ellos a la sociedad, sino que son parte de los que lo crean. Al igual que reza el dicho: si no eres parte de la solución, eres parte del problema. Puesto esto es lo que nos pasa con semejantes santos entre las filas de los pobres: que nos llevan al huerto, a la vez, de que están mandando información vía "Palacio" de cómo manejan el cotarro: sea en África o en la India. Generalmente suelen inmiscuirse en los asuntos (sino los han creado ellos), con la finalidad de dirigir a la gente, al grueso, hacia la meta, que ellos ya han dispuesto o dictaminado. Así pasa en las manifestaciones con los sindicatos y así pasa con los policías buenos que, refugiándose entre el gentío, provocan los daños necesarios para que el grueso de la tropa se avalance sobre los congregados. Esta es la finalidad de tanto bueno: como Mandela o Gandhi. Unos inofensivos agentes secretos al servicio de la corona inglesa y de la Iglesia, en la que están emparentados por ser vos quien sois: agente secreto y caballero de Malta; que hacen de todo lo que les mandan a base de ganar una pasta gansa (la que se disputan las hijas y nitos) a costa de los Apartheid, las revueltas y demás zarandajas, a costa de los mismos pobres que hoy van a llorarlo. ¡Somos unos gilipollas y unos descerebrados, carentes de toda lógica e información!

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