Si tomáramos la venida de Jesús como un acto de enseñarnos el camino espiritual, la evolución espiritual interna... Sí estamos hablando de una falta consciencia plena. En otro caso, porque si no fuera así su venida no tendría la más significativa de las razones. Por eso, creo yo, en ciertas etapas de la vida ha habido en algún lugar del planeta un maestro evolucionado. ¿Ha venido ya evolucionado? En parte sí. Otra cosa es que tenga que tomar consciencia plena de ese potencial traído. ¿Le costará más que a los demás? No. Sin embargo también tiene sus tentaciones a las que dominar. ¿Son de índole físico? No. Son totalmente mentales. ¿Tuvo Jesús esposa? Pues a lo mejor sí, o a lo mejor no. Si ello hubiera sido necesario para la enseñanza que vino a dar, sí la tendría, por contrario... no sería necesario porque no aportaría nada a su misión.
Desde mi mente limitada, nuestra vida empieza desde antes de nacer. Nuestro esquema mental está gráficamente plasmado y nos atenemos a ello una vez nacidos. Nuestra mente es la que nos pone las trabas para despertarnos y creemos que ésta nos perjudica. Nada en nosotros está en contra. Nuestra integridad es total. Todo lo que hagamos está escrito y debemos darnos cuenta a medida que vamos despertando. Por eso hay gente que rememora hechos ya acaecidos, o, lugares ya visitados, o, personas que ya conoce sin que nadie les haya presentado.
Sobre el echo de que Jesús nombre el planeta como nuestro, puede hacerme entender que es de otro planeta, o, que ya como espíritu nos lo ofrece. En mi mente entra que, todos los espíritus nacidos o por nacer en este planeta pertenecen a él. Es decir, tanto evolucionados como por evolucionar; las dimensiones existentes que conforman el planeta son propias de este planeta. Todos le pertenecemos.
Hay una incógnita que me viene a la cabeza. ¿Qué pasa con aquellos planetas que han sido habitados y ahora no lo están? Tal vez exista la transmigración de almas o tal vez, el planeta ha evolucionado lo suficiente para dejar de ser habitado y sus almas o energías, integradas en el Sol o estrella solar.
¡Vivir para ver!
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