viernes, 31 de agosto de 2018

es, a título póstumo,

desternillante.
Al parecer, los Franco, tienen un contencioso con el gobierno de Pedro, por los restos de su padre.
A Pedro le ha dado por meterse -como buen socialista-, con los restos de un individuo que lleva 50 años enterrado boca abajo y con una lápida encima de 2.000 kilos para que no la pueda levantar si se da cuenta que, escarbando para abajo, no se llega a ninguna parte...
Esta empeñado Pedro en que ningún dictador, muerto, debe gobernar sobre las almas de los caídos. Y esto está muy bien si en su diatriba fuera congruente con los lazos amarillos independentistas que cuelgan de barandillas y en forma de lápidas en las playas catalanas. Puestas y dispuestas por golpistas al Estado de Derecho, el 1-O. Simbología nazi que descompone las almas de aquellos que lo vemos, como se la descompone los huesos de Franco (un dictador sí, pero que forma parte de la historia de España, por mucho que duela la sangre derramada  por una parte y por la otra.) por ideología política y no histórica.
En cualquier caso sería conveniente  que la tumba de los caídos fuera dinamitada desde los cimientos, y convenientemente reestructurada con el consentimiento y votos de todos los españoles.
Una encuesta nacional para decidir qué queremos se levante en el lugar de siembra y fuga de sentimientos encontrados.
Me cuesta creer que por creencia los perdedores estén siempre metiendo el dedo en la llaga del ganador. No olvidemos que el ganador también tiene una llaga por los caídos de su bando. ¿Quién cura la herida de los caídos por el bando contrario? ¿Acaso los del bando contrario no tuvieron familia que reclaman su derecho contra aquellos por los que fueron fusilados?
Es vergonzoso que unos individuos tengan tanto odio sobre el que ganó la guerra y no..., contra la guerra en Sí.
¿Acaso en una guerra hay ganadores y perdedores?
Si nos hacemos eco de la estadística por las familias que quedaron huérfanos y desamparados (véase Virgen de los Desamparados), nadie fue ganador y todos fueron perdedores.
La política es un bien para todos los ciudadanos de un país, de una nación, pero se ha convertido en el elixir de larga vida de periodistas, y relleno de periódicos y telediarios.
¿Quién quiere convencernos de lo contrario? 
Aquel que lo intente seguro que tiene algo que ganar con ello.

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