LOS GNOMOS DE ZURICH Y LA CRISIS REAL
La frase “Gnomos de Zurich” fue divulgada por el
político británico Harold Wilson en la década de los 50 para referirse a
la manera oculta en que los banqueros suizos –asentados en Zurich,
centro financiero helvético- manejaban sus negocios y especulaban de
múltiples maneras agigantando las crisis del momento. Pasados los años,
el asesinado presidente estadounidense John Kennedy popularizó
mundialmente la expresión al referirse en uno de sus últimos discursos a
los gnomos de Zurich. Sólo que esta vez Kennedy englobó en el
apelativo a poderes ocultos que deberían ser develados, ya que
traficaban con los vaivenes internacionales. Con el tiempo la expresión
pasó a formar parte de varias teorías conspirativas, algunas extremas y
alejadas de la realidad, otras no tanto. Lo que quiso decirnos Kennedy
quedó en el misterio por su trágica muerte en noviembre de 1963.
Llámense gnomos de Zúrich o duendes de Londres, Nueva York,
Tokio o Hong Kong, es un hecho que hay un conjunto de empresas y
hombres poderosos que regula gran parte de los aspectos
político-económicos del mundo, sobre todo ahora que estamos
globalizados. Ese dominio es de una realidad incontrastable. Los tales
gnomos se mueven en función de sus intereses y potenciales beneficios,
reviente quien reviente, caiga quien caiga.
Un ejemplo claro de lo expresado lo tenemos con la exagerada
agitación de los mercados mundiales en las pasadas semanas. Mientras
algunos ideólogos hablan sin saber mucho de la “crisis del
capitalismo”, en la práctica hay pequeños grupos de capitalistas que se
están beneficiando de estos movimientos mientras millones de personas
caen inocentemente en la trampa bursátil que se les ha tendido. Al
unísono tiemblan muchos países, inclusive aquellos tildados de
poderosos. Se producen maniobras de diverso tipo que benefician a pocos y
revientan a millones. Cuestiones meramente políticas -como lo sucedido
recientemente en Estados Unidos con las negociaciones bipartidarias
para elevar el techo de la deuda- mediante hábiles manejos mediáticos
se transformaron en arrolladoras corrientes especulativas de fuertes
pérdidas para la mayoría pero con jugosas ganancias para los contados
gnomos que las instrumentaron.
Hay una crisis real en los países avanzados del norte
industrializado, eso es innegable, pero por lo menos en el caso de
Europa, ella sigue siendo periférica. Irlanda, Portugal y Grecia
representan menos del 10% del PIB de la eurozona. Alemania, Francia y
el Reino Unido –las más grandes economías de la región- se mantienen
firmes. Es para alarmarse, pero no para una alerta roja. Sin embargo, el
frenético afán especulativo ha hecho tambalear bolsas y gobiernos en
dos economías mayores (España e Italia) y con posibilidades de
contagio. Esto, sumado a lo sucedido en EE.UU., es peligroso. Pareciera
que los gnomos de Zúrich corren el riesgo de toparse con un letal
“boomerang” que los podría arrastrar hacia el desastre. Pero como ese
minúsculo grupo de poder planifica procesos milimétricamente, las
crisis nunca llegan a la hecatombe y producen lo que era deseado:
cuantiosas pérdidas para los ingenuos con pingües beneficios para
quienes estaban dentro de la maniobra.
Hay una crisis real sí, pero simultáneamente parece que el
eterno retorno de los gnomos de Zúrich sigue su curso, siempre en
busca de más poder y de mayores riquezas, aunque sea a costa de males
universales.
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