entre aquellas hogueras que cerraban ciclos de vida con algunos muebles envejecidos junto a sus dueños y que, en muchos casos, superaban con creces la edad de sus compradores. Éstos ocupaban cárcaba y los otros envejecían, generación tras generación, hasta terminar formando pira piramidal. A terminar siendo unos monumentos artísticos, carísimos, donde simular la vida cotidiana con sus históricos... sus payasos... sus masones y las ordas satanistas representando el infierno, con sus inmolados ninot, a su morador satán.
Ese íncubo o súcubo ( Merlín engendrado por un demonio y una monja) que lleva a sus exclavos a las más abyectas de sus obras o actos. Valencia se convierte en unos días en ese averno... bomita fuego por boca de su jefe supremo Tifón; y la gente abducida reproduce el aquelarre alrededor del fuego para materializar al dios de la oscuridad; ese dios reproducido por los pensamientos unificados de los visitantes. No es de extrañar que gente normal diga ver aparecer o emerger (pareidolias) caras o seres desde el centro de las llamas.
Este año hasta Enlil: dios de la lluvia y el viento, sumerio, se ha enfrentado a su padre Anu y se ha añadido a la fiesta malograda desde el púlpito presidencial de la alcaldesa Rita. Todo regado con sangre sagrada de toro (representa al hombre) en ese foso infernal o foso de ofrenda pagana. Lugar donde el representante oficial español de relaciones exteriores depositaba ofrenda con su presencia, y desestimaba el resultado de los muertos en Túnez.
Malditos oficiantes de brujos.
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