del evento más importante desde el Diluvio Universal. Estamos a escasas horas de que el mundo deje de ser mundo para un importante número de individuos, sobre todo para aquellos que no dispongamos de bunkers.
Es patente que si somos energía nuestro cerebro y mente sirvan para dirigirla y los deseos al final se cumplan. "La energía sigue al pensamiento" y esto es lo que mata al hombre, más, que todos los asteroides, tsunamis y terremotos, dado que estos son puntuales y los pensamientos constantes. Es importante pensar que, tanto en la Biblia, como todos los agoreros desde Nostradamos, Blabansky(medium), etc. etc. prediquen la desaparición del hombre sobre el planeta Tierra. Si es verdad que la Tierra pertenece a Satán, sería natural pensar que éste fuera introduciendo pensamientos a humanos dispuestos a propagar sus fines; eso habría pasado en la antigüedad y en la actualidad. Se da de palos el que los dictados estén mezclados: lo que consideramos bueno y lo que consideramos malo, en el mismo libro. Se supone o supongo que habría dos tipos de libro destinados para la humanidad: el que contuviera el Amor y el que narrase la maldad o carencia del primero. Ambos dos: bueno y malo, son nefastos para la mentalidad del individuo. Lo mejor para el ser humano es la ausencia de ambas cosas. Es decir, como si naciéramos en una isla sin influencia de otro congénere al lado; el individuo sería auténtico en todo aquello que hiciera, pensara o proyectara en la distancia tiempo. Todo lo demás encarcela al hombre a unos pensamientos y actos erróneos y proyecta al futuro una idea de destrucción según el grado de agravio o desagravio en el que esté viviendo en ese instante; siempre, en alguna etapa de su vida, tendrá idea de que su fin sea propiciado o el de los demás. Si luego disponemos de artilugios que propician la destrucción o ensanchamiento de las células cerebrales, es lógico que vayamos matándonos a impulsos del ordenador u ordenanza que nos lo ordene. Siempre ha habido entre los humanos, humanos con capacidad psicológica suficiente para influir en los actos de los demás, la prueba en la crisis de 1929, en Estados Unidos o la filmación de Orson Wells con la invasión extraterrestre. Somos muñecos de trapo con capacidad para absorber toda la mierda que pueda haber o hallarse cerca.
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