Como vengo diciendo en otros post, sobre la nueva normativa de la biblioteca Hospital, de Valencia, sobre la reducción de horas en la utilización de los ordenadores por los usuarios y consultores, pregunté a cierto funcionario sobre la culpabilidad de la "destrucción de la libertad del ciudano" de poder añadir más horas a la primera hora obligada. Me contestó que la culpabilidad no era de nadie. Que ni los de arriba, ni los de abajo (y no hago referencia a una serie de tv. Los del Pueblo de Arriba y los del Pueblo de Abajo) tenían culpa de nada. Los funcionarios no tienen nunca culpa de nada, solo pasaban por allí: como Burt Simpson. Se están homologando al maestro Jesús que tuvo dos muertos por su culpa, pero... como sabía resucitar..., pues no pasaba nada. Estos maestros del camuflaje laboral, están dejando los muertos en cunetas para ver si, la semana que viene que tienen reunión, aprenden a resucitar.
Lo que están enseñando a resucitar es odio entre los habituales porque nos estamos controlando -entre nosotros- las horas que hace cada uno. Cuyo resultado da, que el más amigo del perro, le otorga favores en las horas. Hay varias personas que están viendo claramente que el dueño del perro está haciendo las veces de resucitador. ¡Ah, cojones, pero es que el dueño es funcionario! -Contra los Simpson hemos topado-. Ahora, bien, si yo quiero denunciar el caso debo decir nombres y apellidos, no como ellos que solo dan la localización. Pues que sepan los de arriba que está entre los del pueblo de abajo, el resucitador de serpientes.
¡Qué asco da aquél que, teniendo los medios para hacer las cosas bien, se preocupa de joder la marrana a todo bicho viviente que entra en la biblioteca! Pero en eso estriba el poder de ser una garrapata: repartir el cotarro con otras garrapatas, para que ninguna te pueda sacar del portador.
¿Qué cojones hacen tanto funcionario aparentando y no trabajando? Recuerdo que hay mogollón de ellos, de trashumancia de una biblioteca a otra, intentando llegar a las horas, porque son tantos, que no pueden rellenar el expediente. ¡Encima, se permiten el milagro de la bilocación de almas!
Es evidente que los funcionarios públicos y Jesús, eran hermanos de faena. ¿En qué más se asemejarán?
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