¿Tan mal está el país llamado España que tenemos que recurrir al retorno de los elefantes? Dejemos a los elefantes que mueran simplemente en su cementerio de elefantes; que sin duda nada tienen que ver con los que mueren por sus colmillos y lejos de sus amados familiares. Esos elefantes que patean y olfatéan las calaveras de sus antepasados con ese congojo en los ojos.
No, estos elefantes de dos patas nada tienen con el resto de sus congéneres. Estos vinieron, vieron, vencieron, y quieren volver a engordar sus egos a base de afecto de los muertos que dejaron en vida.
¡Basta! Debemos decir basta, y llegar a donde podamos pero sin sangre vieja, muerta. Hay que dar vida a la vida y no intentar practicar el desfibrilador en corazones que están gastados y putrefactos.
Sólo faltaba que volvieran Zapatero, Aznar, y otros memos del lugar.
Dos mister Bean, para jolgorio de los presidentes de comunidades de vecinos como Venezuela, Argentina, Cuba... Entidades trastornadas que se regodearían del destino tan lamentable que padecemos los españoles. Y, todo, por un polvo mal echado del cura dominico a las indígenas que poblaban aquellas tierras sudamericanas, en el desembarco de Colón. Bien se podrían haber quedado en casa esos dos flores de inteligencia.
Y ahora no tendríamos tanto descerebrado deambulando por las calles de nuestros pueblos y ciudades.
Pero, en fín, no volvamos la cabeza a 500 años atrás cuando ni Colón sabía de qué coño había salido. Todo el mundo le daba por veneciano, otros por portugués, otros que era judío y otros..., que estaba bien jodido para hacer la travesía que hizo con aquellas caravelas, aquellos hombres con piorrea y sin rumbo fijo. ¡A las indias!, creo que dijo cuando salía viento en popa y a toda vela y el pelo marcando olas a la velocidad de crucero. Y, una vez embarcado, a ver quien es el guapo que pone la marcha atrás y se persona en el mismo amarre de salida. Le echó huevos y un buen mapa de travesía, de la antigua biblioteca de Alejandría, en posesión de los frailes dominicos, que les facilitó la llegada del Nuevo Mundo. Un nuevo mundo cargado de viejas vidas, de viejas culturas, y un paraiso por investigar.
Total, que de aquellos polvos estos lodos, que dirían los tetrarcas de la casta pepera. Esos que gobiernan una buena parte de su mente en decir sandeces como que los pobres o lunas de día, no tienen derecho a percibimiento alguno de ayuda para subsistir.
Por favor, que venga pronto ese pedrusco y se lleve a tanto descerebrado de la faz terrestre. Creo que el resto podríamos morir, al tiempo, con más tranquilidad.
Dos mister Bean, para jolgorio de los presidentes de comunidades de vecinos como Venezuela, Argentina, Cuba... Entidades trastornadas que se regodearían del destino tan lamentable que padecemos los españoles. Y, todo, por un polvo mal echado del cura dominico a las indígenas que poblaban aquellas tierras sudamericanas, en el desembarco de Colón. Bien se podrían haber quedado en casa esos dos flores de inteligencia.
Y ahora no tendríamos tanto descerebrado deambulando por las calles de nuestros pueblos y ciudades.
Pero, en fín, no volvamos la cabeza a 500 años atrás cuando ni Colón sabía de qué coño había salido. Todo el mundo le daba por veneciano, otros por portugués, otros que era judío y otros..., que estaba bien jodido para hacer la travesía que hizo con aquellas caravelas, aquellos hombres con piorrea y sin rumbo fijo. ¡A las indias!, creo que dijo cuando salía viento en popa y a toda vela y el pelo marcando olas a la velocidad de crucero. Y, una vez embarcado, a ver quien es el guapo que pone la marcha atrás y se persona en el mismo amarre de salida. Le echó huevos y un buen mapa de travesía, de la antigua biblioteca de Alejandría, en posesión de los frailes dominicos, que les facilitó la llegada del Nuevo Mundo. Un nuevo mundo cargado de viejas vidas, de viejas culturas, y un paraiso por investigar.
Total, que de aquellos polvos estos lodos, que dirían los tetrarcas de la casta pepera. Esos que gobiernan una buena parte de su mente en decir sandeces como que los pobres o lunas de día, no tienen derecho a percibimiento alguno de ayuda para subsistir.
Por favor, que venga pronto ese pedrusco y se lleve a tanto descerebrado de la faz terrestre. Creo que el resto podríamos morir, al tiempo, con más tranquilidad.
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