orgullosa de sus tetas, se metía contra las de la reina griega, como gallina clueca con su gallo de corral. Y es que creo que como a Corinna, a Bárbara le iba el chulesco rey abdicado. A las mujeres como a Bárbara le gustan un poco putones y salidos de onda. Un hombre así solo estaba recogido en la figura fantasmal del Ungido I.
Nada que objetar, visto lo visto. Creo que no han sido justos con las edades, a la hora de elegir la imagen. No es lo mismo emparentar edades y cerebros, que manejar tiempos distintos y tetas idem.
Siempre quedará París, en la mente de ambas. A la una no le gustó la Torre Eiffel y la otra la encantó... París en sus momentos venecianos es algo fuera de lo normal. Fuera de lo normal es no llevar a la reina griega en momentos idílicos del París veneciano.
Con esa cara de placer, la Bárbara ha debido comérselas de chocolate. Y es que el chocolate para disfrutar es de lo mejor. Y qué mejor que una torre Eiffel de chocolate. Un suvenir que siempre quedará en la boca y memoria de aquella que, como la Bárbara, disfruta tanto comiéndola.
La exreina no las ha comido igual. La ex tiene predilección por la torre del reloj, londinense. ¡Dónde va a parar! ¡Sin parangón! Entre la Torre Eiffel del masón Eiffel y la Torre del Reloj, son mundos totalmente diferentes. La isla no tiene glamour. No te deja satisfecha como el París veneciano. No hay más que ver, en las caras de las divas, la diferencia de un país y otro.
Siempre nos quedará parís... y tal vez escuchemos, a lo lejos, los toques del reloj londinense.
¡Y que estemos dando cancha al putiferio, en vez de saciar el hambre de determinados individuos que la padecen!
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