martes, 5 de febrero de 2019

"no somos mendigos"

-dice Maduro-. 
Y es verdad que no son mendigos -al menos él-, el resto de venezolanos son cadáveres. Han pasado de ser pobres a muertos, -directamente. Y el tío se queda tan fresco..., -¿y no hay nadie que le traslade al mundo de los vivos en la cuarta dimensión?  Al parecer en todos los orbes del mundo estamos destinados a ser buenistas; a ver la vida como la veía Jesús en sus tiempos de mozo...; para que después apareciera el memo del Papa para decir que Jesús no cumplió con el mandato del Padre. Es decir, que por dejarse matar incumplió lo que ellos nos han dicho siempre de ese evento o momento crucial en la Historia de la Biblia: "dio su vida por redimir el pecado de los hombres". Ahora resulta que fue mentira y el Tío metió la pata hasta el corvejón, dejándose prender. ¡Hasta qué punto la memez humana puede alcanzar! 
Y como hablamos del Papa y éste está con Maduro...: vamos a seguir echándole piropos. Maduro se niega a que le envíen víveres y medicamentos para la población... Él los quiere bien delgaditos y sobre todo: laxos, débiles, para que no se le puedan rebotar. Y, sin embargo, el buen Maduro, se está llevando el oro de Venezuela a todas las partes del planeta, en su mayoría a Rusia, China, los aliados árabes y la OLP.
Vergüenza es poco decir para definir el talante y preñez mental del bueno de Maduro. Se le nota, también, que debe tener una mezcla de sangre catalana. Una sangre como la que corre por las venas de Junqueras: lo más parecido a Alain Delon, en el porte y la belleza.
¡Hace falta ser inmaduro, cruel y despreciable!, y, sin embargo, en la persona de Maduro se dan todos esos requisitos. 
Realmente espero, que todos los venezolanos no dejen que se vaya del país con toda la pasta que se está llevando y que razonen con el resto de países una tregua de amistad y ayuda para seguir adelante. Y que los paisanos que se han tenido que ir de allí, puedan regresar a levantar Venezuela por ellos mismos. ¡Nadie debería dejar su país por culpa del mandatario, ni por hambre!

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