martes, 19 de febrero de 2019

llegan fallas

y con ellas ríos de sangre manados de las entrañas de los animales. 
Las corridas hacen su aparición para consternación de aquellos que amamos a los animales y a los que no. Es por derecho de nacimiento. No se trata de sensiblería sino de justicia. Los animales no nos piden que los amemos; lo que nos piden es que les dejemos en paz.
La A.C.E. (Alta Cultura Española) se refiere a la compra de lotería, flamenco y corridas de toros. Ramón y Cajal lo definió de esta manera: ¿no podría hallarse algún sustitutivo decente a los funestos vicios de la lotería, el flamenco y los toros? (1945.)
Antes de ser martirizado, encabronado y asesinado en el ruedo, el toro Civilón II, se acercó al burladero donde se encontraba su mayoral Paco, a comer hierba de su mano. Esta es la fiereza que se le quiere implantar a un animal noble que, como perro, viene a comer de la mano que le ha alimentado toda su vida.
Ortega y Gasset escribió que la persistencia de la corrida de toros era un tema sociológico que él había intentado hacer, como era su deber en tanto que intelectual y español. Se dio cuenta de que este fenómeno sociológico no era más que cuestión de cara dura de unos y falta de educación de otros. Que en España se van sucediendo los gobiernos y los regímenes, sean dictaduras, repúblicas o monarquías. Pero las corridas de toros siguen ahí. Es la misma mierda, aunque con distintas moscas.
La corridas de toros son un negocio simple y llanamente. Aunque se le da aire de "hecho cultural", "hondas raíces", "fenómeno sociológico". No siendo más que un grosero fraude intelectual.
No amigos, no
aquí tenemos otro bello arte feudal: la caza.
En tiempos de Maricastaña es posible que se utilizara este símbolo de destreza y saña contra los animales que pueblan los bosques. Más que nada, porque había que pegarse esos largos y pesados banquetes que tanto gustaban a los señores, los curas y mamones varios...
Hoy, consiste en apuntar un arma desde un kilómetro y medio y disparar sin dilación a un animal que puede ser hembra, tener crías o estar preñada. Y que tenga la suerte de que el matador haya afinado la puntería lo suficiente para darle muerte si no, se enfrenta herida, a las dentelladas de los perros, hasta que fallece con dolor y pavor. Como nos pasaría a cualquiera de nosotros.
¡Qué talento! ¡Que pundonor!

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