martes, 3 de enero de 2017

festividad de Reyes

El teatro del absurdopasada la festividad del prepucio de Cristo..., volamos raudos a la festividad de los reyes: esos hombres santos, a los que la santa Inquisición hubiera o hubiese quemado en la hoguera por astrólogos, astrónomos o por la mala pata de alguno de sus camellos. Esos árabes venidos, como el crudo, de oriente. Esos árabes..., muy amigos de nuestro rey abdicado, del que celebramos todos los años su dinastía oriental. No me extrañaría que alguno de los reyes venidos de oriente no fueran o fuesen consanguíneos con los Borbon-es. Tiene guasa que teniendo nosotros nuestros reyes de por vida, tengamos que celebrar los otros que no conocemos. Algo así, como si te compraras un sofá y con él viniera incorporado un chino o un peruano o un yihadista. Tú, cuando te compras un coche no va incorporado la chica semidesnuda que hace el anuncio. ¡Ojalá!, dirían algunos. Pero..., no. No viene. Pues eso. Resulta que encima de que vienen incorporados unos individuos con el sofá..., encima te montan una juerga cada año para que sepas que están ahí: ocupando espacio que tú no rellenas porque te apetece que corra el aire. De este modo la Iglesia te vendió la memez de que vinieron unos ricos profanos a rendir culto al Dios, bajado o descendido, con la intención de que quedara impreso el culto al día de Navidad y Reyes. Y de que la Iglesia sería la mediadora entre todos estos paisas camelleros y los burros occidentales. Todavía hay algún tontarra que piensa que la Iglesia se salvará de todas las tribulaciones terrestres porque Jesús el Cristo la fundó. Y éstos son los enterados que van a misa todos los domingos y fiestas de guardar. En fin, que visto lo visto, no tengo más remedio que desearos un feliz día de reyes... Si es posible en compañía de Cristina y Urdangarín. Están buscando casa porque, la cárcel, no les llega a gustar; no les mola. Se quejan de que los barrotes son todos iguales... -Ha dicho Cristina quitándole la palabra a Urdanga-. Éste ha dicho: todos somos iguales ante la Ley, y la mía, como la de mi suegro. ¡Qué capacidad, señores!

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