CONSECUENCIA PERSEGUIDA
El fenómeno de la partida masiva de refugiados sirios hacia Europa
dista mucho de contar entre las consecuencias imprevistas del llamado
“conflicto”. Tampoco tiene nada que ver con el tantas veces citado
“efecto boomerang” impactando contra un “occidente” que habría sembrado
vientos para recoger ahora tempestades. En su gran mayoría -y por rigor
semántico- los “refugiados” sirios distan de ser refugiados huyendo de
los estragos de una hipotética “guerra civil siria”. Se trata de
población arrancada a la fuerza de su país, por la operación mercenaria
de unos invasores que han pasado por “rebeldes” y hasta por
“revolucionarios” en el lenguaje espectacular de masas. En la Agenda
hegemonista estadounidense, tales mercenarios son mucho más: son colonos
que, secuestrando para sí selectivamente a mujeres y niños y
poniéndoles a servir, a procrear y “aprender” inculcos, arraigan sobre
el terreno tomado, llegando a fundar entidades político-administrativas
con el tiempo.
La desestructuración/reestructuración sociológica y vaciado
demográfico de la tierra siria no es más que un estadio adelantado de
aquella particular versión del Nuevo Oriente Medio que arrancaría en
2011 con Hillary-McCain, y cuyo corpus (devorando a sus ideólogos
laicistas originales) iría tiñéndose cada vez más de los pigmentos
confesionales del judeo-testamentarismo. Tal Weltanschauung
(cosmovisión), en agresivo tropel de auto-materialización, imagina una
Palestina bíblica integralmente judaizada y, a sus territorios
circundantes, los requiere bajo mando de sectas domésticas y serviles;
convencidas de la superioridad de los Elegidos en su condición
ontológica diferencial como “pueblo de Dios”. En mitad de esta deriva
escatológica (definitoria de desenlace resolutivo antesala del Nuevo
Orden, o “Paraíso terrenal”), los reinos sirio-amorritas -y más tarde
arameos- de Damasco y de Yamhad-Aleppo (Siria actual) son destruidos. Y,
como ya lo hubieron sido los cananeos y parcialmente los samaritanos a
la irrupción de Josué y sus Tropas nutridas por los persas, las gentes
de los reinos (hoy los sirios) son desarraigadas de su tierra “a sangre y
fuego”.
Según su propio libro, “los Elegidos” no alcanzan su sueño de
promisión terrena a menos que antes hayan hegemonizado bajo su cetro la
vida política de la zona, en una repetición de la mítica cualidad
salomónica como Rey de Reyes, a quien habrían rendido pleitesía todas
las naciones en el arco del mundo conocido mesopotámico, “desde los
faraones al Oeste hasta los elamitas al Este” (Pentateuco, Reyes). Para
sellar su hegemonía política sobre una región doblegada, “los Elegidos”
necesitan involucrar sin dobleces al “mundo occidental” y a sus
sociedades en una operación militar de asentamiento con que proceder a
la re-adecuación drástica de los grupos humanos sometidos. Estos
quema-tierras por mandato divino saben que el “mundo occidental” no se
volcará, dejando a un lado disquisiciones humanitarias y cerrando
completamente filas tras el bastión israelí, a menos que ellos consigan
re-presentar ideológicamente la zona (y remodelarla verdaderamente) en
concepto de paisaje natural de enraizamiento y desarrollo para una
vorágine de decapitadores que, habiéndose hecho fuertes, tienen por
vocación el aniquilar toda diferencia y en particular cernirse contra
“el mundo occidental” a título de nuevos bárbaros. A esta lógica de
acuñación paisajística le incordia la persistencia en la zona de una
población como la siria, educada en el laicismo y en la convivencia
inter-religiosa (matrimonios inclusive) bajo una identidad común
nacional más fuerte. A la luz de estas consideraciones se descifra el
ahínco de exterminio practicado por los siervos armados del supremacismo
sobre los cristianos sirios, iraquíes, libaneses y palestinos, quienes
llevan casi cinco años de millonaria corriente migratoria y refugio
(sobre todo en Escandinavia y Europa Oriental en menor grado). No en
vano, los cristianos árabes y su participación en las sociedades
mediorientales silencia en seco la discursividad de monocromía
neo-tribal amenazante; espectro que el supremacismo recrea ante las
Cortes centrales del Mundo mientras reclama un frente común y tutela
regenerativa sobre la península de “territorios comanche”.
La oleada humana actual no es, pues, fruto de
irresponsabilidad “occidental” y ni mucho menos de su inconsciencia.
Bien al contrario, es el Éxodo profetizado por la irracionalidad Antigua
y programado por una racionalidad Moderna disciplinada en servir a
Yahweh, con toda su tecnología militar y su ingeniería socio-demográfica
puntera. Generado el drama (bien real) e instalado en la consciencia
televisiva de la muchedumbre de muy buen corazón, a cada perfil de la
red social se le insta a “posicionamiento”. Los mismos que elevan cada
vez más alto el alambre espinoso de Melilla, que añaden a éste cortantes
cuchillas, que apuntalan las leyes exclusionistas de Europa-fortaleza y
que dejan desiertas de salvavidas las costas italianas meridionales,
manipulan, para este otro caso, sentimientos colectivos y sensibilidad.
¿No resulta un tanto sospechoso?.
Pues han querido los tiempos que este milenario Pogromo en
virtud de cuya ejecución Siria vaya dejando de ser Siria y los sirios
vayan dejando de serlo, esté configurándose como deportación hacia el
Viejo Continente. Alemania demanda hoy mano de obra barata cualificada y
semicualificada. Tal vez mañana los llegados sean redistribuidos a lo
largo de otros centros imperialistas de la Cadena mundial.
Existen, también, rentabilidades inmediatas de lo más mundano: la
proporción de “migrantes” sirios varones jóvenes y de familias con niños
resulta elevada. No en vano, son quienes reúnen fuerza suficiente para
iniciar el periplo desde el país o desde los campos de refugiados más o
menos limítrofes. Así pues, Siria se queda tendencialmente sin brazos
que empuñen el fusil en su defensa, tanto como sin Fuerza de Trabajo en
una tesitura hipotética de recuperación. De la Fuerza de Trabajo diría
Marx que es la Fuerza Productiva más importante, y ella sería, a ojos de
Mao Tse-Tung, nada menos que la variable determinante del producto de
todas las otras juntas. En otras palabras, y contra riesgo de miopía,
estas rentabilidades inmediatas aparentemente seculares caen dentro de
esa otra supra-rentabilidad arriba descrita.
La supuesta marcha de los supuestos refugiados de guerra es
nada menos que la diáspora con que está borrándose del mapa, en el nivel
del registro humano, aquello mismo que el “Estado Islámico” y sus otras
bandas antecedentes están borrando del mapa en el nivel del registro
material histórico y arqueológico. K.O. a Siria: esto es lo que se
dirime en el fondo, mientras el aluvión de estremecedoras imágenes, que
no dejan de hacerme llorar por fuera y por dentro, ubican a la opinión
pública en el debate de la contradicción sobre fronteras, visados,
estancia y hospedaje. Este debate público es el resultado de haber
puesto a la gente a mirar al dedo para velar con sombra oscura posibles
miradas hacia la luna…, cuando al mismo tiempo, y si se sabe leer, el
dedo está señalando hacia la luna. Al interior de esta matriz de
discursividad, el horizonte masivo es a lo sumo el buenismo. Y el
buenismo no deja de servir a los planes en curso, pues los Amos
trasatlánticos ya han mandado a los dirigentes europeos a encajar su
deber de acogida.
Estados de todo el Mundo han sumado ya sus iniciativas de acogida:
Canadá y Australia (Commonwealth), Chile, Brasil, Urugay, Argentina,
etc. A los Estados árabes peninsulares (Qatar, Arabia Saudí, Emiratos
Árabes Unidos…) se les ha encargado mantenerse al margen; son
geográficamente demasiado próximos a la RAS.
Las Potencias que, por medio de su Terror a sueldo, producen
desplazados y por ende producen su amontonamiento, agonía, asfixia,
ahogo…, indican luego a sus noticiarios la exposición sin tregua de los
ahogados, niños incluidos. Confrontado a la pantalla por los mismos
asesinos, el espectador reclamará apertura de puertas. Lo importante es
desperdigar a la población precisamente para que deje de serlo, así
diluida al viento de los cinco continentes. Aquí aplica con matemática
precisión la memorable sentencia que Menahem Beghin pronunciara una vez
sobre los palestinos: Los palestinos emigrados querrán volver; los hijos
se acomodarán a su hábitat; los nietos no se sentirán ya palestinos;
los bisnietos habrán olvidado qué fue Palestina.
Anteayer la BBC enfocaba a un niño sirio diciendo: “No queremos vivir
en Europa; queremos poder vivir en Siria. Todo lo que Europa tiene que
hacer es dejar de hacer la guerra en Siria”. La televisión traducía la
primera frase textual y la segunda frase como “Todo lo que Europa tiene
que hacer es detener la guerra en Siria”. La traducción entraña
connotaciones ciertamente ambiguas, pero escuchada por televidentes a
priori condicionados, queda, con probabilidad, al modo siguiente:
“Europa tiene que intervenir por la paz, deteniendo la guerra siria”. Y
es que esta ocasión de flamante filantropía con que “occidente” viene
obsequiándose a sí mismo a lo largo de las últimas semanas, de ningún
modo se detiene al interior del perímetro europeo. Se quiere, en cambio,
que sea la simiente fecundadora de respaldo público a un más firme
compromiso logístico viejocontinental con la re-ordenación supremacista
de Medioriente. En palabras de Francois Hollande hace escasos meses: “En
Siria hay que volver a empezar desde cero”. Por aquellos días,
portavoces de la Administración Obama apuntalaban la declaración del
galo, mientras las cadenas radiofónicas -las catalanas sin ir más lejos-
se afanaban en retransmitir la buena-nueva. Así intitulaba Catalunya
Ràdio su rotativo: “Siria necesita de compromisos de intervención, dada
la demostrada inaptitud de Assad para enfrentar el yihadismo en el
país”.
PREVISIBLE BAILE DE MÁSCARAS
Nadie niega que decenas de miles de compatriotas han tenido que salir
de Siria porque lo han perdido todo a raíz de los bombardeos aéreos
llevados a cabo por la aviación del EAS. Y van ya más de cuatro años, en
cuyo transcurso millares de viviendas han sido reducidas a escombro,
tal y como certeramente relatan ante las cámaras algunos desplazados. No
obstante, el sesgo introducido aquí por la prensa (por ejemplo, por la
televisión italiana) es doble:
La primera distorsión nos remite a la fijación obsesiva de los medios
“occidentales” por repetir y repetir este tipo de historia, que, aunque
en efecto dramática, constituye una de las aristas de la catástrofe
entre tantas otras. La segunda distorsión es inaugurada por un abuso
interpretativo: a partir de la destrucción inmueble narrada (dato desde
luego veraz), las televisiones hilvanan toda una narración especulativa
donde las víctimas lo serían del “sangriento Dictador y de su ejército”.
La referencia empírica al bombardeo le sirve a la prensa “occidental”
para (sofisma) inferirle al espectador la inducción de que el objeto de
tal bombardeo fue el ciudadano que ha perdido la casa a consecuencia de
éste. La falacia, que sitúa presuntos objetivos militares ofensivos en
el lugar de las consecuencias y de los daños militares defensivos,
“olvida” preguntar a los agraviados si había un tercer elemento ocupante
de sus barrios o de sus municipios. Las más de las veces, los
habitantes civiles llevaban tiempo lejos de su residencia, refugiados no
necesariamente fuera de Siria. Es éste el caso de un buen contingente
de ciudadanos alepinos leales a la RAS, quienes, huidos del Terror
reaccionario “rebelde” instalado en sus distritos, por decenas de miles
han ido constituyendo campos en el extrarradio de Alepo.
Por otra parte, nadie duda tampoco de que el llamado factor interno
nacional incide en el calado de la catástrofe y en su perduración: entre
las masas de compatriotas desarraigados se cuentan, cómo no, partidas
de trogloditas, de econo-liberales, de lúmpenes oportunistas sin
conciencia social alguna, de sectarios netos, de cabecicubos que ni tan
siquiera se auto-conciben sirios y piensan su afiliación nada más que en
términos de rama teológica, etc. ONGs y demás tejido “cívico”
subvencionado, en Catalunya y en toda Europa, afilan sus uñas pensando
en la tajada que, presta a destripamiento, les ha caído de un plumazo a
la mesa de los méritos. “Los Señores nos lo agradecerán”, piensan, y se
ponen a adecentar el pescado para -¡alejop!- pasearlo por las ágoras,
por las salas de Grados y por las palestras universitarias o de cochera
municipal. Estos selectos refugiados van a tener voz hasta en el púlpito
parlamentario. A nosotros, por sirios que sean, van a tenernos
enfrente.
A escala más amplia, es de comprender que entre los sirios llegados a
Cataluña van a primar las situaciones arduas, caracterizadas por el
riesgo de exclusión social, la urgencia de encontrar un empleo que no
llega, la exasperación ante las filas para recibir asistencia y los
déficit vehiculares comunicativos. A estas luces, la ocasión la pintan
calva para el chantaje. El tejido político para-estatal del imperialismo
(por ejemplo el Comité Catalán en Solidaridad con la Revolución Siria)
no estará dispuesto a perder chanza, y, ante los necesitados, mostrará
ufano guardar la llave del porvenir…, a cambio de cosechar disposición a
integrarse en “dinámicas informativas”, charlas, jornadas, ruedas de
prensa, etc.
En fin, prevemos también cierto desarrollo de la reacción que la
psico-sociología llama mimetismo (Gabriel Tarde), y de cuya imantación a
muchos venidos les va a ser complicado escapar. Pronto quien más quien
menos va a percibir que, bajo el clima de prejuicios no sólo socialmente
dominante sino oficialmente instituido, empecinarse en la verdad va a
significar auto-posicionarse como “loco” y como “sirio malo” a partes
iguales. Para casi todos va a ser demasiada auto-exigencia de integridad
el cosificarse “de sirio malo” cuando a “los malos” se les va a mostrar
estigma de entorno y sanción negativa jurídica de regularización,
integrativa, etc. Contrastarán su balance de cuentas con el de “los
buenos”, compadecidos por la sociedad civil tanto como premiados con
cuidados institucionales y disolución de trabas. Comunidades enteras de
sirios, revestidos con el disfraz de lo políticamente correcto como
único mecanismo de defensa, abominarán de los elementos “incorrectos” y
se distanciarán, quizás hasta el ninguneo. No se podrá reprochar lo que a
fin de cuentas es una estrategia adaptativa poco menos que obligada
bajo un medio precario extremo. Pocos se resistirán a la simbiosis con
“los buenos” -con los dignos de compasión y soporte-, reclamando un
sitio seguro en tal particular carro del ganador. Así es como el
mentiroso civil “occidental” se engañará una vez más a sí mismo,
produciendo coercitivamente aquel arquetipo de “sirio refugiado” que
ajustará con escrúpulo sus palabras a aquello audible por el conjunto
social del que su suerte depende.
EXPULSIÓN DE ORIENTE Y ESTRATEGIA CONFRONTACIONISTA DE CABALLO DE
TROYA
Con la perspectiva que el tiempo procura, quien más y quien menos
estará dándose cuenta de que la re-ubicación poblacional siria en campos
de refugiados fronterizos (Turquía, Líbano, Jordania) no podía
constituir más que un apaño transitorio en la mente del supremacismo, y
de ningún modo “la solución final” diseñada. Ciertamente, los campos
fueron conveniencia del imperialismo porque entre sus pasadizos pudieron
los imperialistas deslizar mecanismos de reclutamiento armado contra la
RAS. Paralelamente, la CIA y sus agentes gubernamentales regionales
erigieron campos de instrucción, confundidos entre el marasmo de “los
refugios”, o ampliaron tantos otros campos de entrenamiento
preexistentes, introduciendo en su interior nueva carne de cañón a
reclutar o redirigir.
Sin embargo, este tejido de frontera alberga una disfuncionalidad
obvia: los desplazados pueden evadirse, cruzar y regresar. Muchos de
ellos, hartos de subsistir en condiciones más que miserables bajo los
auspicios de ACNUR y de distintas ONGs “de apoyo”, quisieron volver a su
país, se sucedieron las revueltas en las tiendas, ante los camiones de
provisión, etc. Pronto se instauró un régimen disciplinario de control
de las presencias, similar al toque de queda en cualquier territorio
ocupado, y que impedía hasta las visitas por parte de otros parientes
trasladados. Los últimos encarnaban el último cordón umbilical con un
mundo exterior y de procedencia que los diseñadores de vidas se
esforzaban por evaporar en la nube confusa de una vida anterior más y
más onírica con el pasar de los meses. No podía ser asunto sine die el
aglutinar a tanto volumen poblacional sirio tan cerca de Siria, máxime
en territorios como Jordania, la Arabia septentrional, Antioquia y
Líbano, en sí mismos integrantes del Eretz Israel proyectado.
Tal vez más importante aún, Europa debe convertirse en escenario de
destino para el propio Principio de Entropía fabricado, a quien enraizar
como protagonista de atentados y conflicto. A tenor de lo último, y aún
a riesgo de ser malinterpretado, es importante destacar esta
rentabilidad ínsita al plan supremacista a costa de los sirios: mezclar
el grano con la paja y usar el caudal migratorio como Caballo de Troya
de “yihadistas” y de afines, sustentados materialmente y puestos a
operar bajo coordenadas nutritivas de islamofobia entre los receptores.
Tal deliberación en pro de acelerar espirales de acción-reacción, tiene
por cometido tendencial gestar demanda en pro de centrifugar
“intervenciones de seguridad” hacia el supuesto “origen focal del
problema”, es decir, hacia el Oriente Árabe, justificando así la
prosecución de la Campaña de sometimiento gentilicio. Consolidar el
apoyo ciudadano a las falsas “cruzadas” antiguo-testamentarias, sólo
puede hacerse, en tierras tan próximas al Asia Menor,
asustando/indignando a las masas, para ponerlas a comulgar con el axioma
atlántico presbiteriano del choque inter-civilización (Huntington, S.).
El supremacismo mesiánico tiene, pues, que inyectar en el corazón de la
ingenuidad europea una suerte de anticuerpo identitario, a través de
ponerle a padecer vecindad con una identidad artificial tan exclusivista
como violenta. Consonante a dicha racionalidad, Arabia Saudí acaba de
ofrecer apoyo financiero de acogida a la Alemania de Merkel, a cambio de
que parte de esos fondos se destinen a la erección de por lo menos 200
mezquitas de orientación predicatoria wahabí en suelo germano.
Conseguir la desbandada de personas sirias despobladas, desde los
viejos campos circundantes hacia el Viejo Continente, no ha sido una
jugada “occidental” de la noche a la mañana. “Occidente” lleva años
propiciando un clima insufrible al interior de los campos, con
humillaciones cotidianas; segregación intra-familiar; amenaza expresa de
no poder volver a por comida ni a por cuidados si se abandona por horas
el campo a fin de visitar a otras personas; sufragio y manutención
generosos prestados a Kappos recabados de entre los elementos armados
“rebeldes”; constitución y amparo del Terror de las bandas, erigidas,
por iniciativa de los gestores institucionales u oenegistas sobre el
terreno, en verdaderos Frei Korps de disciplina, encuadramiento,
vigilancia y propaganda.
Ello en lo que se refiere a la acción endógena. En lo que respecta a
la actuación exógena desde los campos, y podemos decir que
cohetáneamente, “occidente” se dedicaba a amparar grupos que han llevado
la desestabilización y el sufrimiento a los municipios y núcleos
circundantes. Esto ha ocurrido con los lugareños en Turquía y en
Jordania, negativamente afectados por abusos, tropelías, violaciones,
atentados y estallidos, tráficos varios y acciones mafiosas, intentos de
imponer lecturas de la sharia y cánones de vestimenta y comportamiento,
asesinatos que incluían la extracción de órganos para su
mercantilización hacia destinos como el israelí y el Atlántico Norte,
etc. En ocasiones, los autóctonos -confundidos- la han emprendido
injusta y abusivamente contra los refugiados, hecho que ha prendido la
mecha de la animadversión por parte de la población siria confinada, y
así en espiral auto-propulsada (sirve de pequeño anticipo a lo que el
neo-mesianismo trama para Europa).
En suma, “occidente” fue afanándose en cocer un caldo de cultivo con
un ingrediente de demanda latente a flor de piel. Así, a “occidente” le
ha bastado con interrumpir de golpe su apoyo dinerario,
infraestructural, de Capital humano y de “voluntarios” a los campos de
la zona, para que los Gobiernos locales se hayan decantado por levantar
barreras y abrir verjas, desencadenando el abrumador fenómeno aparente.
Contra la naivitée que transpiran los miles de análisis “alternativos”
que en estos días pueden leerse y que ponen el acento en una presunta
“ida de manos occidental” respecto de su propia actuación en Siria
(haciéndose eco de la premisa weberiana de “consecuencias no previstas” o
de las premisas de la crítica a la Acción Racional), esto que se
presume “caos” resulta ser de lo más ordenado, centralizado y atado.
EN CONCLUSIÓN
Ciudadanos “occidentales”: no pueden dejarse ustedes engañar tan
fácilmente. Los sirios les agradecemos, con el corazón en la mano, su
solidaridad con nuestro pueblo. Pero, a su vez, la solidaridad debe
armarse de reflexividad si desea evitar transformarse en energía
funcional al seno del torrente artífice de nuestra tragedia. Estos
artífices no son otros que las élites supremacistas radicadas en
“occidente”, sus venales gobernantes de aquende y allende el Atlántico y
sus terminales propagandísticas social-imperialistas más o menos
grupusculares. Todos estos actores han sido los fundadores y los
portadores de las fuerzas para la “des-sirización” demográfica,
político-administrativa, regional-organizativa, productiva e
infraestructural de la República Árabe Siria. La mayoría continúan
cabezones secundando aquel falso “bando bélico” de su propia creación;
unos (los más oficiales) en nombre de la “democracia” y otros (los
social-imperialistas o bien los más cretinos) en nombre de la
“revolución”. Encomiando al hospedaje abstracto de lo que cínicamente
denominan “las víctimas del conflicto sirio”, los des-sirizantes no
hacen otra cosa que proseguir con esa línea lúcida de desertización
humana.
Un desplazado sirio les respondería lo que ya hizo el otro día, con
palabras entrecortadas por el llanto, ante las cámaras en directo de la
BBC, que no pudieron reaccionar a tiempo: “En Siria, antes de todo esto,
vivíamos bien; mejor de lo que podamos llegar a vivir en Alemania.
Vivíamos juntos, con trabajo para todos…”. Su esposa, una siria sunní
ataviada con hiyab, se abrazaba a él mientras sus hijos escuchaban.
Mis hermanos sirios no huyen de su país “en guerra civil”. Huyen de
aquello en que el exterior ha transformado a nuestro país. No pocas
redes “solidarias” y portavoces políticos desbordan generosidad porque
en el fondo están entusiasmados con la perspectiva del éxodo. O bien,
como a los consistorios de varias capitales españolas, se les paga para
escenificar la opereta raída que, un acto más, toma por trama el binomio
dialógico del “campo civilizado” que, civilizado él, por consiguiente
disfruta de la paz y tiende la mano hacia “el campo incivilizado”, preso
de su propia incivilidad guerrera. Al mundo al revés, los sirios
sabremos responderle con las sencillas palabras de nuestro compatriota
filmado por la BBC.
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