miércoles, 12 de agosto de 2015

los cátaros

dudaban de que ese Dios, al que rezan los católicos y por cierto, también los judíos, sea realmente una divinidad omnipotente, omnipresente y verdadera. Ellos dintinguían entre el Dios creador, el Demiurgo, que domina este mundo, incluyendo el mal tanto como la carnalidad y su existencia mortal, y otro mundo de luz, en el cual ingresará el alma del ser humano una vez abandone este valle de lágrimas. Ése es el reino del Paracleto, del Redentor, que les abre los brazos a una vida realmente divina, después de abrirse la puerta de la muerte terrenal, cuando su alma liberada vuelve a reunirse con el Dios único y verdadero.
Los cátaros no creían en el término o significado de pecar, y tienen por ridículas las ideas de confesión y penitencia. No reconocían la autoridad del Papa, ni creían en la virgen María.
Sin embargo creían en Jesús como el Paracleto, cuya imagen habría secuestado la Iglesia robando a la humanidad su mensaje, distorsionándolo, falseándolo. Su reino no era de este mundo. Y por ello, llegó la Iglesia a temer a los cátaros. Ahora, en resultas, que la Iglesia intenta hacer migas con los cátaros, y lo está consiguiendo. Sus seguidores están perdiendo la fe cristiana y se van a incluir en la fe católica. Ese día, los santos de Cristo, habrán perdido su historia y la guerra, contra el maligno del Vaticano.
 El día 10 de marzo de 1204 el Papa Inocencio III escribió una
carta al rey de Francia: "Te corresponde a ti expulsar al Conde de Toulouse de la tierra que ocupa y quitársela de las manos....para dársela a unos buenos católicos que puedan, bajo tu feliz dominación, servir
fielmente al Señor". El día 10 de marzo de 1208, el Papa Inocencio III convoca con un gran llamamiento que todos los príncipes, nobles y gentiles hombres se unan en armas ante una nueva y sangrienta cruzada programada para defender unos pueblos cristianos sublevados en el sur de Francia y ser dirigidos por el Conde Simón de Montfort. En julio de 1209, en Béziers murieron cerca de 30.000 personas, fue toda una matanza en la que ni los mayores, niños ni mujeres se salvaron. Raimond Roger Trencavel, mandó reorganizar nuevamente a sus vasallos dentro de la fortaleza. En agosto de 1209, la ciudad cayó en manos de Montfort.

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