lunes, 25 de mayo de 2015

hechura de lebrel

Metrosexualísimo Filipus Borbonis Rex, presidente del Desgobierno, cargos populares célibes por correspondencia, peperos devotos del barbudo coño de santa Tais, políticos, funcionarios y contratados de los variopintos rangos y niveles de la administración del Fachistán, trabajadores de cuello blanco de la mafia bancaria y otros cornúpetas astifinos y putrefacientes:
Les voy a dar una noticia que hará que se les salten las lágrimas de los muslos. España sigue estando en bancarrota, su economía completamente arrasada hasta sus cimientos. Las políticas de austeridad, al dictado de la Troika y de los acreedores internacionales, la han arruinado igual que la honra de una virgen pasada por la piedra por un tabor completo de regulares. Y no tiene ninguna posibilidad de recuperación; puesto que, ante la ruina, la recaudación impositiva disminuye drástica, geométrica, estentóreamente; aumenta con ello el riesgo de impago y la deuda no hace sino acrecentarse, lo que incrementa aún más el riesgo de bancarrota... Así, todo en un círculo vicioso —o mejor, espiral centrípeta— que conduce al agujero negro o escombrera económica de los países tercermundistas, que es donde se halla ahora mismo el Monárquico Estado del Fachistán con todos sus habitantes dentro.
No demostraré lo que acabo de declarar, porque se lo saben algunos de ustedes mejor que la tabla del uno. Los que no, pregunten al gángster cleptómano De Guindos, capaz de rehipotecar varias veces su propio prepucio liofilizado, o al vampiro Montoro, al que sólo se exorciza incrustando 13 dientes de ajo en una plasta cagada a traición ante la puerta de Hacienda, con nocturnidad e indiferencia. Infórmense los ignorantes, porque no les dejaremos luego alegar analfabetismo o retraso mental como atenuantes.
Ante esta situación de la otrora España, hoy Reino del Fachistán, sólo le cabe a uno comportarse temerario como un banderillero cojo y batirse a la desesperada. Hay muchas soluciones a esta crisis, pero pocas que no pasen por ahorcarlos a todos ustedes bien colgados de las farolas de las avenidas de España, con mucha ventilación, al sol hasta que se pongan como la mojama y se les queden los cojones resecos como ñoras. Pero aún quedan algunas salidas que les permitirían salvar la vida. Les propondré una de ellas, que es tan simple de ejecutar como tocar la pandereta en Nochebuena:
Dejen ustedes trabajar a los españoles en paz. No nos den faena, no hagan planes de empleo, no hagan NADA. Pero nada de nada, excepto rascarse cojoneras y potorros. Eso sí, retiren durante dos años los impuestos y las tasas de todas las administraciones. Y suspendan ustedes sus trámites, paralicen la digestión de legajos, normas, leyes, decisiones, dictámenes, resoluciones, fallos, laudos; dejen que críen telarañas los millones de carpetas pletóricas de papeles que deciden, imponen, sancionan y arbitran.
Ni siquiera les pedimos que cierren los miles de oficinas de las centralizadas, descentralizadas, centrifugadas y esponjadas administraciones. No hace falta que despidan funcionarios o que dimitan ustedes mismos. Manténganse en magnífica salud todos, gocen de gamba y criadilla sus ejecutivos, disfruten de sabatino sexo, porno y peladilla en Internet sus subalternos, medren todos, críen panza. Pero páguense todos sus sueldos a base de emitir deuda exclusivamente, no gravitando el peso de sus nefandos culazos sobre nuestros costillares. Y no se lo exigimos sólo por la pasta que nos cuestan sus absurdos dispendios, que es tanta que no nos deja emprender (ni la huida), sino sobre todo por las nefastas consecuencias del cómo quieren ustedes ganarse el sueldo, que es paralizándolo todo, regulándolo todo, matándolo todo.
Despreocúpense del déficit público, de la deuda, de la balanza de pagos. De todas maneras, ya están provocando ese total descuadre contable por todo lo que despilfarran, como se le hace evidente a todo aquél que conozca el arte de la suma y opta por agregar a la deuda emitida por ustedes, billones, los ingresos cancelados por entrometerse en asuntos de los que no entienden, como de Economía. Hagan lo que quieran, paseen, manoteen solitarios, váyanse de putas, métanse un dedo en el culo, pero no se dirijan a nosotros para nada. Olvídennos y permítannos que les olvidemos. Estaremos trabajando.
Y a los banqueros les exijo algo también muy importante: No nos den crédito. Ni un puto euro. Los necesitamos a ustedes menos que un manco a un cortauñas. Limítense a refinanciar su propia deuda con sus acreedores. Engáñense entre ustedes, que tiene más risas. Los habitantes del actual Fachistán solo queremos que congelen ustedes sus acciones judiciales contra empresas y particulares españoles durante dos breves años. Nada más. Total, si ya no consiguen cobrarnos ni con matones, cachiporristas o cobradores de frac, ¿qué más les da esperar a cobrar a que arreglemos la economía?
Dentro de dos años hablaremos. Y verán cómo todos los problemas de España se habrán solucionado. Se construirán hogares al contado, se fabricarán bienes al contado, se darán toda clase de servicios al contado, se consumirá al contado. El pueblo saldrá de la miseria. Es decir: tendrá recursos, en vez de deudas. Y lo que posea, será suyo, y no de algún banco hasta que pague principal y los usurarios intereses.
Y entonces, dentro de esos dos años, con la economía ya rebosante como coño de puta eslava en verano, nos replantearemos el futuro de la política y de las finanzas españolas. Quizás hasta deje de llamarse Reino del Fachistán y pueda volver a ser España. Entonces redefiniremos qué es un estado y qué es un banco. Ya sabemos lo que han sido hasta ahora: unos artefactos para amarrar a los esclavos remeros al banco de la nave estatal, todos del mismo lado, el derecho, para que boguemos en círculo infinito. Y redefiniremos para qué sirven política y banca. Y sobre todo, a quiénes deben servir.
Probablemente el estado español y la banca, a la vista de sus absurdas e intrascendentes existencias, habiendo degustado los ciudadanoslo bien que se está sin ellos y lo rápido que se sale de la miseria sin su lastre, se reduzcan dentro de dos años a la quinta parte: desaparezcan las autonomías, las diputaciones, las mancomunidades y el resto de pozos sin fondo de la retro-economía megapatriótica; desaparezcan la mayor parte de los bancos comerciales y de inversión; y se cree y fundamente democráticamente un Banco de la República que sustituya la defensa de los intereses foráneos por la de los españoles por primera vez en la Historia. Probablemente el Estado sea también por primera vez democrático, representen sus políticos al pueblo y controle éste la emisión de moneda española a través de un banco nacional con dirigentes electos, no puestos a dedo cagado culero por la Sinarquía Financiera Internacional.
Y que toda esa fuga de cabezas de la Administración se consiga sin violencia, porque haya mejores oportunidades en la vida colectiva social para todos los egresados del momio monopolístico estatolátrico-financiero. Que suceda que los políticos y funcionarios se vayan de la administración y de los bancos no a algún consejo de administración de alguna multinacional en pago por sus cohechos y prevaricaciones, sino a trabajar en cosas decentes y a ganar dinero con honorabilidad, a realizarse como seres humanos, a dejar de ser esas moscas carroñeras picoteando los pegotes de mierda de nuestra piel de toro, que es lo que son ahora.
Pero si ustedes deciden no seguir mi consejo, que es tan desinteresado como punterazo de lengua en almorrana, entonces córtense bien el pelo. Sobre todo a la altura de la nuca, que cuesta mucho pasarles luego el nudo corredizo por sus cabezones para ajustárserlo al gaznate. O huyan a tiempo, mientras esto siga siendo aún el Fachistán que es, y no la República de España. Múdense a Londres o a Frankfurt o a otras cuevas de ladrones donde medran sus dueños y financiadores, los genocidas del Sanedrín Financiero Internacional. Llévense con ustedes al Rey y a sus putos, a la familia real en pleno con todos sus macarras de larguísimas pollas para solaz de rameras con corona postiza. Pero si al final no se van, un último consejo: sobre todo hagan testamento. Urgente. Ya mismo.

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