Metrosexualísimo Filipus Borbonis Rex, presidente del Desgobierno,
cargos populares célibes por correspondencia, peperos devotos del
barbudo coño de santa Tais, políticos, funcionarios y contratados de los
variopintos rangos y niveles de la administración del Fachistán,
trabajadores de cuello blanco de la mafia bancaria y otros cornúpetas
astifinos y putrefacientes:
Les voy a dar una noticia que hará que se les salten las lágrimas de los
muslos. España sigue estando en bancarrota, su economía completamente
arrasada hasta sus cimientos. Las políticas de austeridad, al dictado de
la Troika y de los acreedores internacionales, la han arruinado igual
que la honra de una virgen pasada por la piedra por un tabor completo de
regulares. Y no tiene ninguna posibilidad de recuperación; puesto que,
ante la ruina, la recaudación impositiva disminuye drástica, geométrica,
estentóreamente; aumenta con ello el riesgo de impago y la deuda no
hace sino acrecentarse, lo que incrementa aún más el riesgo de
bancarrota... Así, todo en un círculo vicioso —o mejor, espiral
centrípeta— que conduce al agujero negro o escombrera económica de los
países tercermundistas, que es donde se halla ahora mismo el Monárquico
Estado del Fachistán con todos sus habitantes dentro.
No demostraré lo que acabo de declarar, porque se lo saben algunos de
ustedes mejor que la tabla del uno. Los que no, pregunten al gángster
cleptómano De Guindos, capaz de rehipotecar varias veces su propio
prepucio liofilizado, o al vampiro Montoro, al que sólo se exorciza
incrustando 13 dientes de ajo en una plasta cagada a traición ante la
puerta de Hacienda, con nocturnidad e indiferencia. Infórmense los
ignorantes, porque no les dejaremos luego alegar analfabetismo o retraso
mental como atenuantes.
Ante esta situación de la otrora España, hoy Reino del Fachistán, sólo
le cabe a uno comportarse temerario como un banderillero cojo y batirse a
la desesperada. Hay muchas soluciones a esta crisis, pero pocas que no
pasen por ahorcarlos a todos ustedes bien colgados de las farolas de las
avenidas de España, con mucha ventilación, al sol hasta que se pongan
como la mojama y se les queden los cojones resecos como ñoras. Pero aún
quedan algunas salidas que les permitirían salvar la vida. Les propondré
una de ellas, que es tan simple de ejecutar como tocar la pandereta en
Nochebuena:
Dejen ustedes trabajar a los españoles en paz. No nos den faena, no
hagan planes de empleo, no hagan NADA. Pero nada de nada, excepto
rascarse cojoneras y potorros. Eso sí, retiren durante dos años los
impuestos y las tasas de todas las administraciones. Y suspendan ustedes
sus trámites, paralicen la digestión de legajos, normas, leyes,
decisiones, dictámenes, resoluciones, fallos, laudos; dejen que críen
telarañas los millones de carpetas pletóricas de papeles que deciden,
imponen, sancionan y arbitran.
Ni siquiera les pedimos que cierren los miles de oficinas de las
centralizadas, descentralizadas, centrifugadas y esponjadas
administraciones. No hace falta que despidan funcionarios o que dimitan
ustedes mismos. Manténganse en magnífica salud todos, gocen de gamba y
criadilla sus ejecutivos, disfruten de sabatino sexo, porno y peladilla
en Internet sus subalternos, medren todos, críen panza. Pero páguense
todos sus sueldos a base de emitir deuda exclusivamente, no gravitando
el peso de sus nefandos culazos sobre nuestros costillares. Y no se lo
exigimos sólo por la pasta que nos cuestan sus absurdos dispendios, que
es tanta que no nos deja emprender (ni la huida), sino sobre todo por
las nefastas consecuencias del cómo quieren ustedes ganarse el sueldo,
que es paralizándolo todo, regulándolo todo, matándolo todo.
Despreocúpense del déficit público, de la deuda, de la balanza de pagos.
De todas maneras, ya están provocando ese total descuadre contable por
todo lo que despilfarran, como se le hace evidente a todo aquél que
conozca el arte de la suma y opta por agregar a la deuda emitida por
ustedes, billones, los ingresos cancelados por entrometerse en asuntos
de los que no entienden, como de Economía. Hagan lo que quieran, paseen,
manoteen solitarios, váyanse de putas, métanse un dedo en el culo, pero
no se dirijan a nosotros para nada. Olvídennos y permítannos que les
olvidemos. Estaremos trabajando.
Y a los banqueros les exijo algo también muy importante: No nos den
crédito. Ni un puto euro. Los necesitamos a ustedes menos que un manco a
un cortauñas. Limítense a refinanciar su propia deuda con sus
acreedores. Engáñense entre ustedes, que tiene más risas. Los habitantes
del actual Fachistán solo queremos que congelen ustedes sus acciones
judiciales contra empresas y particulares españoles durante dos breves
años. Nada más. Total, si ya no consiguen cobrarnos ni con matones,
cachiporristas o cobradores de frac, ¿qué más les da esperar a cobrar a
que arreglemos la economía?
Dentro de dos años hablaremos. Y verán cómo todos los problemas de
España se habrán solucionado. Se construirán hogares al contado, se
fabricarán bienes al contado, se darán toda clase de servicios al
contado, se consumirá al contado. El pueblo saldrá de la miseria. Es
decir: tendrá recursos, en vez de deudas. Y lo que posea, será suyo, y
no de algún banco hasta que pague principal y los usurarios intereses.
Y entonces, dentro de esos dos años, con la economía ya rebosante como
coño de puta eslava en verano, nos replantearemos el futuro de la
política y de las finanzas españolas. Quizás hasta deje de llamarse
Reino del Fachistán y pueda volver a ser España. Entonces redefiniremos
qué es un estado y qué es un banco. Ya sabemos lo que han sido hasta
ahora: unos artefactos para amarrar a los esclavos remeros al banco de
la nave estatal, todos del mismo lado, el derecho, para que boguemos en
círculo infinito. Y redefiniremos para qué sirven política y banca. Y
sobre todo, a quiénes deben servir.
Probablemente el estado español y la banca, a la vista de sus absurdas e
intrascendentes existencias, habiendo degustado los ciudadanoslo bien
que se está sin ellos y lo rápido que se sale de la miseria sin su
lastre, se reduzcan dentro de dos años a la quinta parte: desaparezcan
las autonomías, las diputaciones, las mancomunidades y el resto de pozos
sin fondo de la retro-economía megapatriótica; desaparezcan la mayor
parte de los bancos comerciales y de inversión; y se cree y fundamente
democráticamente un Banco de la República que sustituya la defensa de
los intereses foráneos por la de los españoles por primera vez en la
Historia. Probablemente el Estado sea también por primera vez
democrático, representen sus políticos al pueblo y controle éste la
emisión de moneda española a través de un banco nacional con dirigentes
electos, no puestos a dedo cagado culero por la Sinarquía Financiera
Internacional.
Y que toda esa fuga de cabezas de la Administración se consiga sin
violencia, porque haya mejores oportunidades en la vida colectiva social
para todos los egresados del momio monopolístico
estatolátrico-financiero. Que suceda que los políticos y funcionarios se
vayan de la administración y de los bancos no a algún consejo de
administración de alguna multinacional en pago por sus cohechos y
prevaricaciones, sino a trabajar en cosas decentes y a ganar dinero con
honorabilidad, a realizarse como seres humanos, a dejar de ser esas
moscas carroñeras picoteando los pegotes de mierda de nuestra piel de
toro, que es lo que son ahora.
Pero si ustedes deciden no seguir mi consejo, que es tan desinteresado
como punterazo de lengua en almorrana, entonces córtense bien el pelo.
Sobre todo a la altura de la nuca, que cuesta mucho pasarles luego el
nudo corredizo por sus cabezones para ajustárserlo al gaznate. O huyan a
tiempo, mientras esto siga siendo aún el Fachistán que es, y no la
República de España. Múdense a Londres o a Frankfurt o a otras cuevas de
ladrones donde medran sus dueños y financiadores, los genocidas del
Sanedrín Financiero Internacional. Llévense con ustedes al Rey y a sus
putos, a la familia real en pleno con todos sus macarras de larguísimas
pollas para solaz de rameras con corona postiza. Pero si al final no se
van, un último consejo: sobre todo hagan testamento. Urgente. Ya mismo.
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