lunes, 4 de febrero de 2013

no voy a olvidarme

 Dos patas de un banco, donde siempre hay algo para comer y una silla para un desconocido. Gracias
No voy a olvidarme que hay un pedazos de cielo en el corazón de estas personas que, de una forma desinteresada, se acercan a la gente con voluntad de ayuda. No voy a olvidarme de aquellos que, de forma interesada, dedican su vida en pro de gente sin medios de supervivencia. La ciudad se ha convertido en una jungla contra la que muchos se enfrentan diariamente sin más horizonte que una línea mental Non Plus Ultra.
Esta es la fotografía de una pequeña lista de pareja de esos desinteresados y al propio tiempo interesados, en que otros se apropien de un plato de macarrones con el que acallar la voz impertinente y machacona que produce el ayuno, largamente propiciado; sólo, solo, por el simple pago de una sonrisa que actualice su pedazo de parcela celestial. Piden por moneda: una sonrisa, aunque sea frugal.
Sus clientes suelen ser personas de ambos sexos y de múltiples edades. Algunos de estos  necesitados cuentan libremente... porque así se lo han pedidos sus psiquiatras y sicólogos: como medida de vaciado de energías negativas contenidas en la mente, retenidas y alimentadas desde la niñez, ...experiencia de violaciones reiteradas por su propio padre, con conocimiento de la madre. De haber  alargado el brazo para servir de cenicero donde su progenitor le apagaba los cigarros contra el dorso de la mano y destrozado la espalda a base de latigazos. He estado cerca de una de esas mentes perturbadas y con razones para estarlo; esas personas viven en la calle. Esas personas están desahuciados, sin más recurso que deambular por las calles de las ciudades a la espera de encontrar a un igual a quien hacerle participe de sus experiencias y sueños; alguien que les tienda un plato de macarrones y una oreja para escuchar, un contenedor vaciador de emociones; una mano a la que aferrarse en caso de desequilibrio emocional. El mismo que aflora cuando el mundo material y espiritual se desajustan quebrando, aún más si cabe, la estructura, el yo ideal fabricado en esa mente de niño. Aún se resiente más cuando, con el tiempo, descubren que los actos parricidas no son actos propios entre padres e hijos.  Ésta es solo una pequeña parte de los mundos individuales que se mueven dentro de este mundo grupal que, aún siendo distintos, se complementan como la mano y su guante. ¡El mundo me parece el escenario de un dios juguetón, con poca gracia!

1 comentario:

Paula y Manuel dijo...

Gracias, Gabriel! ...por aceptar compartir con nosotros nuestros humildes macarrones en nuestra casa, en nuestra mesa. Gracias por la libertad y sinceridad con la que has expresado y compartido no solo tus experiencias sino también pareceres, necesidades..."derechos" que cada uno como ser humano debiéramos tener.
Gracias por tu sonrisa.
Ya sabes dónde estamos.
Un abrazo