No me puedo creer que los reyes no estén contaminados después de haberse estado besando la reina con Irene Montero. Una que lo ha cogido nada más salir y presentarse en público el virus. Como tampoco nos podemos creer que su esposo no lo haya respirado después de estar en cuarentena en casa y besando indecentemente a la paciente.
Todos sabemos que los reyes no se besan, porque eso esta mal visto en público y en privado. No se llega al Cielo haciendo guarradas destinadas a la grey, al pueblo llano y rellano. Las cosas del pueblo solo están destinadas al pueblo, porque somos unos guarros y vivimos entre basura. Y, entre basura nadamos, cuando nos han quitado contenedores y la gente se ha visto obligada, en algunos barrios, a dejar las bolsas en los alcorques. Verás qué alegria le dara esta noche al camionero cuando se tenga que bajar de la cabina a recoger las depositadas en el suelo. Pero eso es cultura del pueblo. El ciudadano vivía junto a sus bestias para recibir calorcito y que no se las quitaran. Una forma más y mejor de infecciones y de muertes a gogó. Eso el señorito no lo veía porque no entraba a formar parte de su visión. Él solo repasaba los muertos y dejaba una limosna al padre que había perdido uno, dos o tres hijos a la vez. Y, ante el dolor paternal, le daba un extra por sus pérdidas. ¡Qué bueno era el señorito! Mientras pensaba que tendría que buscar nueva mano de obra por haberse muerto los futuribles. El señorito los veía como parte privada hasta que morían. ¡Qué buen corazón! Estos son los hombres de bien que han hecho tanto mal a la sociedad y, encima, iban derechos al Cielo porque tenían al cura de su costado.
Cuando aparece una desgracia se da cuenta ese pueblo que sigue igual que hace milenios. Los males entran en las poblaciones y arrasan con todo y contra todos: como plagas de Egipto... menos con el bueno del presidente, ministro, señorito, etc. La muerte sigue al desgraciado hasta la tumba donde lo deja porque ya no le sirve como momia. Y se busca otro desgraciado a quien sustraer ese residudo de energía que le queda después de buscarse el sustento de él y de los suyos... a duras penas. Pepe eres un desgraciado, nunca nos diste lo que necesitábamos, ojalá me hubiera casado con Antonio. ¡Qué desagradecido mundo que nos han ideado para emplear nuestro tiempo de mierda! Y, encima, tal vez, con este virus, no tengamos tiempo de buscar otro método.
Cada ciertos años tienen que limpiar las calles de gente que va y viene sin interés alguno por lo que está viviendo. Y, encima, pide que le den de comer para seguir deambulando y deambulando... Si la montan bien montada tal vez los ancianos no pidan más subidas y jodan la vista de los posibles turistas adinerados. Luego se dan cuenta que son franceses quienes han venido y se han cargado al viejo para nada. Es lo que lleva la ambición.
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