comparten sus experiencias sexuales, en las aulas de clase, con los alumnos. Unas charlas sexuales que van dirigidas a la menarquia..., para terminar en el sexo duro.
Dirigidas al adoctrinamiento LGTBI, enfermedad del futuro, que al simple respaldo de una madre ante los cambios físicos que experimenta una criatura. Ahora son las profesoras putas quienes se sienten en la obligación de transmitir sus orgasmos en orgías clientelares.
Es una simbiosis que se han colegido los doctos profesores para mendrugar la mente del alumnado, en los confines mentales donde ellas quedaron alienadas. ¡Qué casualidad que los niños y niñas violentados por mujeres y hombres no les quede resto de una buena lección del hecho!
Si así fuera, los niños del Bar España serían catedráticos sexuales.
Pero ya están ellas aquí -como Xena- en ayuda del alumno hetero, para hacerle cambiar de bando. El único alumno que no está incluido en las siglas LGTBI. El excluido. El señalado por esa panda de pedófilos. El que no se deja meter mano por ese nido de víboras de secano. Al que hay que convencer de que siendo maricón es mejor en la sociedad. Siendo afeminados terminaremos con la figura del pederasta. De este modo los curas y los políticos pedófilos quedarán impunes de las violaciones implícitas en los menores.
Es innegable que donde la mujer del barro mete la mano... no vuelve a crecer la hierba. ¡Ríete del caballo de Atila!
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