La domesticación del caballo se remonta a los propios orígenes de la civilización Neolitica. El caballo ha sido siempre un compañero inseparable del hombre, hasta la actualidad.
El caballo es agradecido.
Un refrán dice: "Si un caballo encuentra amable trato, corresponde a su bienhechor con una benévola amistad".
Otra de sus características es la docilidad.
Ya en la ciudad de síbaris, en Italia, sus habitantes adiestraban a los caballos para que danzara a los sones de la flauta.
El caballo es el animal con más elegancia en las partes de su cuerpo; sus crines corresponden a la hermosura de su cabeza. ¿Hay animal más bello que un caballo con las crines al viento, corriendo por un prado, sin montura, sin cincha, sin correas, libre y desnudo como Dios lo creó?
Cuenta la leyenda que el caballo surgió de una porfía entre Antenea, diosa del arte, de los oficios y de la sabiduría, y Poseidón, dios de los mares, por ver cuál de ellos hacía el regalo más útil para los hombres. Atenea ofreció el olivo y Poseidón, dando con su tridente en el suelo, hizo surgir el caballo. Con lo cual ambos quedaron empatados, sería difícil discernir qué es de más utilidad: si el aceite sacado del olivo, o el noble y bello animal.
En el arte de todos los tiempos, aparece el caballo como hermoso modelo. Se puso en centenares de estatuas para ensalzar a personajes famosos y egregios. Todos sabemos que los equinos en general, y los caballos en particular, son animales que han colaborado al desarrollo de la trayectoria humana sobre el planeta.
Pues estos nobles caballos, al final de sus días, terminan la vida, se les recompensa, usándolos en los ruedos una y otra vez, con los ojos vendados y las orejas llenas de algodones para que no puedan percibir al toro. El peto acolchado que llevan sirve para esconder los daños que reciben, la rotura de las costillas y las patas.
Estos desgraciados animales permanecen en silencio, pues les cortan las cuerdas vocales.
El caballo sufre, además de la brutalidad del picador, las cornadas del toro enloquecido que intenta defenderse.
Este es el otro actor que ameniza, en las plazas, las corridas de toros. Lo sangrante se lo llevan el caballo y el toro a partes iguales. Al, parecer, han nacido para ello y para engrandecer las cuentas bancarias de los asesinos taurinos.
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