que pocas y sencillas palabras pronunciadas por el portavoz de la Democracia, Joaquim Bosch: para decidir si ha habido agresión sexual o consentida, no hace falta saber derecho, sino sensibilidad humana.
Aplausos feminazis.
Se ha cargado la carrera de fiscales, jueces, letrados..., y la causa de la supuesta violación grupal de los Sanfermines Pero ha dicho las palabras adecuadas para aplacar o no, los oídos de las oyentes. No de los oyentes.
Bonita manera de impartir justicia (sensibilidad) y todo, para llevarse el aplauso de las féminas en estudio de evolución. Pero ellas cómo se van a dar cuenta si están más centradas en su coño sensibilizador que en el significado de los emblemas que las dirigen desde estancias de lobby gay.
En sus constantes disparates sobre el machismo, no se han percatado que entre las guerras, sus neuronas sueltas, y las modelos: las estrellas de Hollywood, las han convertido en machos, en engendros Frankenstein.
La mujer femenina era alagada por los hombres y a ellas les gustaba, menos, claro está, a las feas, que no había nadie, ni siquiera un albañil, que le guiñara ojo cuando pasaba bajo el andamio. (Y esto ha salido de su propia boca, no vayan a pensar que es ideario de un machista en apuros).
Las mentalizaron a base de pelis que las mujeres estrella vestían pantalones y fumaban, y empezaron a vestir con vaqueros y a fumar con el beneplácito de las tabacaleras que, si los hombres fumaban como carreteros, las féminas, como chimeneas de carbón. Pero eso sí, se estaban nivelando al hombre, al machismo: y es verdad que no lo han dejado. Porque cada cosa que a la mujer la introducen en la cabeza, lo triplica de valor. De, ahí, le hayan introducido la idea vejatoria de ser mujer. El hombre es su contrario, su destructor. Ahora lo normal son las parejas de mujer+transexual. Todo muy sensual y orgullo Gay. ¡Es tan llamativo; tan, tan, de hoy; tan, tan de moda! Y, ¿quién maneja el hoy, la moda y lo llamativo? ¡Y que más da! Para ellas su ideal es ser hombre... pero no hombre normal, no, quieren ser machistas, y compartir con sus hijos el machismo ancestral, aquél que han seguido trayendo desde sus propios árboles genealógicos. Pero esto no cabe en la mente de ellas, aún, no las han inoculado semejantes pensamientos hereditarios.
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