lunes, 2 de julio de 2018

el beso de Judas

Entre doce..., solo, uno, tuvo que ser el autor de la muerte de un individuo. Todo por el vil metal.
Ahora, a dos mil años de aquella historia, vienen los mismos descendientes de Judas a vender a todo un país, llamado España. 
Políticos de todas las representaciones sociales se dan cita con Soros para vender nuestra Piel de Toro. El socialismo es la representación satánica de los hijos descendientes de ese Judas bíblico que besó la mejilla del que iba a ser ajusticiado.
Sánchez ha besado la mejilla de los traidores y se han apoyado en contra de su propia identidad. Judas hizo la misma demostración de desprecio hacia su persona al garantizar que haría aquello por lo que había estado asegurada su existencia. Vendió su alma al diablo. Sánchez está vendiendo o ha vendido ya su alma al maligno Soros. 
¡Judío tenía que ser! Una raza de apátridas indeseables cuyo requisito era pertenecer a ese infernal enemigo del bien... del patrimonio del bien... Ese Ser del inframundo que veneran y vanaglorian como si del Creador se tratara.
No, amigos, no...
El cuento de la Biblia no hace referencia a ningún Dios benévolo, amoroso, virginal y santurrón... Todo lo contrario.
La Biblia es una historia que nace de un memo llamado Moisés y que es tentado en un monte con la avaricia de disponer de todo aquello por lo que Jesús, después, fue tentado y renunció.
Las Tablas de la Ley no hablan de espiritualidad, sino de hincar la cerviz ante un mandato de las castas que se llaman superiores. Judíos. 
¿Dónde hay superiores hablando de espiritualidad? 
La Ley solo marca obediencia. Y la obediencia es materialista.
Bien aprendieron esos judíos a llamarse hijos de Dios. Eso les confería fuerza y poder sobre el resto del mundo, aún, sin conocer. Su misión ha sido la destrucción de pueblos y ciudades para conseguir su propósito de Reino Divino. Son solo asesinos despiadados. Toda la Biblia habla de sus conquistas y matanzas en pro de una tierra prometida a costa de sudor, lágrimas y sangre.
Soros viene a España buscando ese sudor, lágrimas y sangre de ofrendas a ese Dios impío suyo; que no es más que una imagen deteriorada de un ser celestial. Se han servido de ese estampa de Pueblo, pero debajo solo son Iscariotes. En la Iglesia vaticana hay mucho Iscariote. 

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