lunes, 27 de febrero de 2017

ni puta idea, tronco.

Ya decía alguien que, funcionario, es el que menos funciona.Que, en definitiva, es lo que menos les importa: el servicio a los ciudadanos. Lo mejor es aparentar. Aparentar en la escalera de la finca, eso les da una subida de adrenalina que alucinan. El que vive en mi finca se mira al lado contrario al que está el espejo, dentro del ascensor, para arreglarse la corbata. ¡Acojonante! 
Acojonados estamos los usuarios viendo los valores que disparan los funcionarios en la biblioteca municipal de la calle Hospital. 
Hoy se me ha ocurrido preguntar a uno de ellos, de la zona de abajo, el que suele dar horas a su amigo el salido; y salir corriendo del mostrador a informar a señoritas que no necesitan información. Pues, a ese. Me contesta que le preguntamos cosas muy raras al exponerle que en el ordenador primario cuando introduces el número  de DNI en las secuencias: copiar-pegar, cuando terminas la operación queda impreso y cualquier otro operador puede hacerse con tu número de carnet. Números, que pueden ser utilizados por otros usuarios en otro momento del día o para formalizar documentos oficiales, como contratos de alquiler de viviendas, por ejemplo.
Pues este funcionario no sabe no contesta. Es normal si no sabe, no pueda contestar. Entonces, ¿para qué cojones está de funcionario en la biblioteca pública de la calle Hospital? La respuesta es simple: no sabe, no sirve para otra cosa y puede perjudicar la labor de los restantes funcionarios. Que debo entender que no todos son iguales, laboralmente. Aunque de ego sí se parezcan.
Pues nada, saludo al más insigne funcionario de esta biblioteca por llevar el grado de tontez al más puro estilo burocrático. Estilo, que envilece las maneras, las cualidades y preocupa a los usuarios. Burócratas no necesitamos en las administraciones públicas. Porque los burócratas se hacen rodear de gente incompetente sin ningún requisito válido para realizar la labor pública. 
¡Es que todos son igual! Piensa la mayoría de la ciudadanía, menos, claro, los familiares y amigos a los que suele hacer favores desde su silla.

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