viernes, 29 de junio de 2012

esta mañana...

                       
el sol pinta naranja,sobre una capa de humo y pavesa del incendio declarado en la zona de Dos Aguas. Hasta la capital llegan las pavesas ennegrecidas que descienden sinuosas, cual señoritas de pasarela, hasta posarse en el libro que tengo abierto, dejando su huella oscura sobre el papel impoluto de la Obra en cuestión.
Estoy en el parque, sentado, escucho conversaciones en las que se enfrascan dos profesionales del habla. Más que del trabajo. Vienen y van de una materia a otra, como puta en lupanar.
Bendecidos con el bello arte del pensamiento: que pasen pronto las horas, me siento inmerso en cháchara a discurso en voz monótona de cura de pueblo, que hace imposible que siga el ritmo me marcan los renglones en la consecución del relato.
Bienaventurados, pienso, los que a estas horas de la mañana tienen esa lengua garbosa y libre dentro del paladar, que se mueve más que un garbanzo en boca desdentada.
 Los dos profesionales de la brocha y jardinería se han enfrascado en sus quehaceres y reemprendo la lectura, mientras las finas ebras de leña quemada, siguen tiznando las blancas hojas de papel escrito. El ángel rojo del apocalipsis deshaucia de sus casas a las quinientas personas que allí viven y los bomberos combaten su embestida a base de sudor, lágrimas y estocadas de agua a presión. ¡Qué tengan suerte!

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