jueves, 22 de diciembre de 2016

una visita selenita

ya sé, amigos, que la Luna está super trillada de información. Pero hay cosas que no cuadran con tanta información. En primer lugar todo el mundo ha llevado la contraria a la profetización de que la la Luna fue pisada por nuestros astronautas, allá por los años 69. Casi la mayor parte de la gente que habitamos la Tierra dijimos que no habían llegado... uno de ellos mi abuelo, que sostuvo ante la muerte el determinismo de la falta de aparatos para poder llegar. Cuanto menos el poder comunicar los pasos dados por los astronautas allá arriba. Aquí teníamos la tv. en blanco y negro y el tam tam como comunicador. Sin  embargo muchos oimos que aquello era un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la humanidad. Pues así y todo, nadie se creyó semejante borrachera de humanidad. Empezaron a sacar vídeos e imágenes con contenidos de ciudades; grandes ciudades fabricadas por alguna civilización (¡...!) Y nos quedamos petrificados por nuestra falta de sensibilidad con aquellos seres terrícolas capaces de saltar de la Tierra a la Luna con tan solo un deseo: conquistarla para gloria de los Estados Unidos, mediante una bandera que flotaba al viento (¡¿qué viento?!). Y la cosa se fue diluyendo al paso del tiempo y los terrícolas nos quedamos a la Luna de Valencia. Era pensable que los Estados de protección, tuvieran miedo de que los paisanos terrícolas nos sentiéramos en peligro por saber de aquellos individuos que construyeron aquellos espaciosos palacios. Y, hoy, nos seguimos preguntando qué les motivó a llegar a la Luna, edificar en la Luna, vivir en la Luna, y largarse de la Luna. ¡Pero si en la Luna no hay nada, ni un puto puticlub de carretera, para poder echar una cana al aire! Tal vez pensaron que si decían la verdad de que no habían ido o subido o estado allá arriba sería una terrible vergüenza para los mismos Estados Unidos. Y a fecha de hoy nos da igual quien haya subido; nos da igual quien haya puesto el primer pie; nos da igual qué les pasaría a los paisanos que vivieron paralelos a nosotros; nos da igual todo de lo que allí o en territorio norteamericano se hubiera fraguado, con tal de dar a los rusos en los morros y quitarles el protagonismo que sin duda hubieran podido conseguir en poco tiempo. Aquí, entre Jiménez del Oso y J.J. Benitez, vieron subir la marea televisiva y literaria en beneficio de ambos dos. Todo lo demás quedó en suspenso y nunca más se supo si alguien tuvo la terquedad de volver a subir o bajar. ¡Que no sé donde se encuentra la Luna: si arriba o abajo! Vosotros diréis.

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