La UE garantiza antes la libre circulación de capitales que la de personas
La
Unión Europea (UE) garantiza antes la libre circulación de capitales -
derribando las barreras aduaneras para el libre comercio de mercancías -
que la libre circulación de personas, tanto comunitarias como
extracomunitarias. Así figura sin ningún género de dudas en la
información que ofrece el Parlamento Europeo sobre la UE: "La libre
circulación de capitales no es sólo la más reciente de las libertades
consagradas en el Tratado, sino que, gracias a la peculiaridad de
incluir a los terceros países, es también la más amplia".
Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea
El artículo 63 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea (TFUE), antiguo artículo 56 del TCE, dispone:
1.
En el marco de las disposiciones del presente capítulo, quedan
prohibidas todas las restricciones a los movimientos de capitales entre
Estados miembros y entre Estados miembros y terceros países. [1]
En
contraste con la expresa "prohibición de todas las restricciones a los
movimientos de capitales y sobre los pagos, tanto entre Estados miembros
como entre Estados miembros y terceros países", la UE creó en 2004 una
"Agencia Europea para la gestión de la cooperación operativa en las
fronteras exteriores" (FRONTEX), que no es más que una policía de las
fronteras exteriores europeas, mortífera para los pobres que huyen de
terceros países y cuyo presupuesto se ha disparado de seis millones de euros en 2005 a 98 millones en 2014 sin ningún resultado positivo.
En comparación, el presupuesto de la Oficina Europea de Apoyo al Asilo
(EASO) fue de 15,6 millones de euros en el año 2014. Según Amnistía
Internacional, la Unión Europea se gastó entre 2007 y 2013 cerca de
2.000 millones de euros en blindar las fronteras de su fortaleza, casi
tres veces más que lo que empleó en políticas para proteger a refugiados
y solicitantes de asilo, 700 millones en el mismo periodo.
Según
el documento elaborado por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas
para los Refugiados (ACNUR), en 2013, a consecuencia de la persecución,
los conflictos, la violencia generalizada o las violaciones de derechos
humanos, el número de desplazados y refugiados ha alcanzado su nivel
máximo desde la II Guerra Mundial, con 51,2 millones de desplazados en
todo el mundo. Si estos millones de personas fueran un país, éste sería
el 26º mayor del mundo, con más habitantes que España. [2]
En
contra de lo que erróneamente se piensa, el desplazamiento de población
afecta sobre todo a los países pobres del sur: En 2013, Pakistán
continuó acogiendo a más refugiados que ningún otro país (1,6 millones),
seguido de la República Islámica de Irán (857.400), Líbano (856.500) y
Jordania (641.900). En 2013, los países en desarrollo acogieron al 86%
de los refugiados del mundo, frente al 70% de hace diez años.
Los
inmigrantes económicos, personas que huyen de sus países por la
persecución, o por sufrir gravísimas violaciones de sus derechos
humanos, contemplan el derecho a pedir asilo y a acceder a
procedimientos justos y eficaces. La agencia FRONTEX actúa en total
contradicción con la Convención de Ginebra de 1951 sobre el Estatuto de
los Refugiados, de la que España es firmante, así como con la normativa
de la propia UE, la legislación española de asilo o con la Declaración
Universal de los Derechos Humanos (artículo 13).
Artículo 13 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos [3]:
1. Toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado.
2. Toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso del propio, y a regresar a su país.
El
entonces presidente de la Comisión Europea, Jose Manuel Durao Barroso,
fue recibido al grito de "asesinos" y "vergüenza" a su llegada al
aeropuerto de Lampedusa por un grupo de habitantes que mostraban
fotografías de unos de los 366 fallecidos el 3 de octubre de 2013 en el
naufragio de una barcaza de migrantes que intentaba llegar a la isla
italiana al sur de Sicilia. Quizás por esto, los funerales no se
celebraron en Lampedusa, razón por la cual casi ninguno de los 155
supervivientes pudieron viajar hasta Sicilia para participar en la
ceremonia. Lamentablemente, esa tragedia se ha vuelto a repetir en
numerosas ocasiones. Sin ir más lejos, el pasado 8 de febrero de 2015,
cuando tres lanchas naufragaron y cerca de 300 inmigrantes murieron
mientras atravesaban el Canal de Sicilia desde Libia.
El coste
humano de las políticas de migración llevadas a cabo por la UE es
escandaloso. Según The Migrant Files [4], 28.000 personas fallecieron
entre 2000 y 2014 en su intento de llegar a Europa, muertos anónimos que
caen en el olvido.
Operación Aspida ("Escudo") en Grecia
Arno
Klarsfeld, poco después de ser designado por el presidente francés
Nicolás Sarkozy para encabezar la Oficina de Inmigración e Integración,
declaró en una entrevista televisiva que la propuesta de construir un
muro entre Grecia y Turquía no era más que una cuestión de "sentido
común". En Grecia, a mediados de agosto de 2012, después de haber
desplegado más de 1.800 agentes de policía adicionales y haber levantado
una valla de 10,5 kilómetros de longitud en la parte septentrional de
la frontera terrestre entre Grecia y Turquía, un número creciente de
refugiados y migrantes comenzaron a tomar la ruta por mar a la islas
griegas, que es más peligrosa. Según la policía griega, el número de
migrantes detenidos en las islas griegas o en el mar Egeo ascendió de
169 en 2012, a 3.265 en 2013. Tal operación, llamada Aspida ("Escudo"),
costó al Estado griego 6 millones de euros en 2012. [5]
Pese a
que los Tratados recogen la libre circulación de personas como un
derecho que asiste a los ciudadanos de la UE (si bien, como hemos visto,
no tan ampliamente como la de capitales), lo cierto es que no han sido
pocas las voces que han clamado por la eliminación del espacio Schengen
(Acuerdo de 1985 y Convenio de 1990 por el que se comenzaron a suprimir
algunas fronteras internas de la Unión).
Uno de los dirigentes
que más se han pronunciado en contra de Schengen es el expresidente
francés, Nicolas Sarkozy, quien volvió a pedir su supresión pocos días
antes de las elecciones al Parlamento Europeo del 25 de mayo del 2014.
Sus manifestaciones xenófobas no difieren demasiado de las de Manuel
Valls, conocido como "el Sarkozy socialista", de origen catalán, quien
antes de convertirse en primer ministro del presidente social-liberal
Hollande hizo la siguiente afirmación: "Los ’Roms’ [gitanos rumanos]
tienen vocación de volverse a Rumanía o Bulgaria, y para eso hace falta
que la Unión Europea, con las autoridades búlgaras y rumanas puedan
hacerlo de tal modo que sus poblaciones sean primero integradas en sus
países".
Tras las Elecciones Europeas, ya no Sarkozy, ni Valls,
sino que ha sido el Frente Nacional de Marine Le Pen el que se
convirtió, por primera vez, en la formación más votada, con casi el 25%,
obteniendo 24 escaños en el Parlamento Europeo. En su programa, Le Pen
propone salir del espacio Schengen, volver a las fronteras nacionales,
reducir la inmigración y acabar con el ’ius soli’ (nacionalidad a los
extranjeros nacidos en Francia).
El Frente Nacional de Le Pen no
ha sido el único partido xenófobo que entró en el Parlamento Europeo el
25M. En Reino Unido, el UKIP de Nigel Farage también fue el más votado,
como el Partido Popular Danés. Otros países que han exportado
europarlamentarios racistas son Italia (Liga Norte), Suecia (SD),
Bélgica (Vlaams Belang), Holanda (PVV), Austria (FPÖ), Finlandia
(Verdaderos Finlandeses). Por no mencionar a los ultras Amanecer Dorado
de Grecia, NPD de Alemania, ’Demócratas’ de Suecia y seguidores del
extremista Jobbik en Hungría.
Incluso antes de la fuerte
irrupción de la extrema derecha en el Parlamento Europeo tras el 25M, en
la práctica, la libre circulación de personas dentro de la UE entre
miembros de la Unión ya no funcionaba tan bien como debería. Por
ejemplo: Alemania se niega a pagar prestaciones sociales a inmigrantes
intracomunitarios si no han trabajado en el país.
Bélgica, por su parte, retiró el permiso de residencia a 2.712 ciudadanos de la UE en 2013, por suponer "una carga irracional para el sistema social belga", según la Oficina de Extranjería. Los españoles fueron los terceros más afectados,
tras rumanos y búlgaros. Un año más tarde, en 2014, Bélgica retiró el
permiso de residencia a 1.040 ciudadanos europeos por "abusar de las
ayudas sociales". Si se suman los expulsados por no cumplir con los
requisitos exigidos para residir en Bélgica -como contar con un contrato
laboral, ser estudiante o tener actividad como autónomo-, la cifra
total de expulsados asciende a 2.042 ciudadanos de la UE. De nuevo, la
española fue la tercera comunidad más expulsada. La ministra de Empleo y
Seguridad Social, Fátima Báñez, fue interpelada en el Parlamento por la
expulsión de españoles, a lo que contestó que “no le gustaba pero era
legal".
Al menos 13 países de la Unión —entre ellos, además de
Bélgica, Alemania, Francia, Italia, Austria e Irlanda— practican
expulsiones. Los ciudadanos europeos podrán vivir libremente en otro
país de la UE siempre que no se conviertan en “una carga excesiva para
la asistencia social del Estado de acogida”.
Estas prácticas
chocan más si cabe teniendo en cuenta que se trata de países que
comparten una moneda común: El euro y un espacio común: La Eurozona. Que
han generado grandes desequilibrios económicos y grandes desigualdades
entre sus miembros.
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