un fifty-fifty, arraigado, inoculado, en la población española.
Acabo de hablar del tema estrella: coronavirus, con una señora que tiene amigos médicos que están con el signo de interrogación reflejado en sus caras porque no entienden qué tipo de virus están tratando. Comentaba que si de una cepa han salido hasta cinco variantes de virus y el remedio ha sido el mimo medicamento..., ¿cómo es que al corona no le sirve la misma solución o remedio?
¡Porque es necesario que salga la, tan cacareada, vacuna!
Ese líquido asqueroso que va a circular por nuestra sangre manchando el ADN y mermando nuestro Sistema Inmunológico, adquirido en nuestra infancia. Esa sustancia ponzoñosa que viene escrito en el libro de los papas: La Biblia, a la que están dando carta de certificación desde que la escribieron. Y lo que no estaba lo añadieron después. El caso es dar por el culo a la ciudadanía y provocar la aparición de ese Ente diabólico con cuernos y garras de loco.
¡Qué a gusto estarían Dios y el Diablo si los curas les dejaran en paz!
Ya nos están mentalizando con que estamos en el el Fin de los Días o del Tiempo. Con la consiguiente aparición de las señales del Diablo en el cuerpo de los humanos: el 666, el microchip, y la vacuna. Después debemos esperar la venida o bajada de Dios, con sus ángeles, a darle caña de nuevo al Diablo.
¿Y por qué no baja antes y nos evita tener que llevar ese número en la frente, ese microchips en el dorso de la mano o la frente, y esa vacuna astringente?
¡Y yo que pensaba que éramos los humanos quienes peleábamos por un "quítame esas pajas". Pues no, no solamente nosotros estamos a zarpazo limpio sino que en el Cielo y en el Infierno se están dando, también, parte de lo suyo. Imaginaros qué inquina no albergarán después de dos mil años de guerras santas. Cómo para subir o bajar ahora: "Madrecita que me quede como estoy".
El humano fue edificado con intención de que su estructura fuera siempre inestable. Algo semejante al barco de Noe que, con la fuerza centrífuga y centrípeta de su cascarón no se hundiese, pero..., tampoco..., se moviese del mismo lugar de la inundación. Un barco cerrado y moviéndose como una peonza, se pierde el sentido de orientación y pensamos que hemos recorrido medio mundo, cuando no nos hemos movido del lugar del enclave. Este es el eje vertical que nos hace girar y perder el sentido de nuestros sentidos. Por eso estamos la mayor parte del tiempo dormidos y la otra mitad... también.
Reunimos una gran cantidad de cualidades pero ninguna parece asentar el edificio. Y, cuando empezamos a vislumbrar un poquito de luz a contraluz de la ventana, ya es demasiado tarde. No sabemos si lo hemos visto por una rendija de la catarata ocular, o es hora de abandonar la estancia.
Total, amigos,
nadie sabe qué tipo de virus nos han introducido en el cuerpo y pensando, además, no esté monitorizado con nanotecnología. Están deseosos de neutralizarnos como autómatas o robots; y no paran de hacer experimentos a cada cual más enfermizo y cruel.
Nos dicen:
¿Por nuestra seguridad?
¿Por nuestra sanidad?
Y una mierda para ellos.
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