es la palabra con que definen aquellos que han estado recientemente en Venecia.
Recién llegada, a esta conocida la pregunté que qué tal le fue en los cinco días de estancia en Venecia.
¡Carísimo, carísimo!
fue lo primero que me soltó nada más empezar a hablar. Por supuesto que me enseñó fotos de sus correrías por la plaza de san Marcos y tropelías varias con los sistemas de desplazamiento y sus más que costosos tickets.
Hoy me encuentro en Internet las denuncias interpuestas, ante las autoridades venecianas, de ciudadanos chinos por abuso en algunos de los restaurantes locales. 1.143 euros cobraron a cuatro estudiantes por cuatro filetes, un plato de pescado frito y dos copas de vino tinto. El montante de la denuncia al restaurante ha sido de 20.000 euros por ladrones y sinvergüenzas.
Me da que los ciudadanos nos quejamos poco y menos si nos encontramos en otros países sean del orbe que sean. Concretamente en Valencia, España, da vergüenza ajena ver la poca sensibilidad con que tratamos a la gente cuando viene a visitarnos. Hay paellas que las hacen mejor los chinos en china, que la propia cuna de la paella. Sin embargo, en la cuenta, no hay miramiento. No hay rebaja por una mierda de arroz al que llaman paella.
¿Qué es lo primero que piden los turistas cuando van a buscar local para comer? Paella. Porque los guías les meten por los ojos que Valencia y alrededores son expertos en ese plato. Y les dan bazofia pura. Así les queda la cara que se les queda, cuando comprueban que la guía les ha mentido. Y, todo, porque la guía tiene comisión con el restaurador.
Es necesario que las autoridades valencianas se tomen en serio al turismo que viene a pasárselo bien, a disfrutar de la ciudad, sin que tengan que estar sufriendo por desalmados comerciantes que, de restauradores, tienen solo el local. Y a ver si quitan de la calle a tanto pedigüeño, que no estamos en el siglo I de nuestra era. Cojones.
Es necesario que las autoridades valencianas se tomen en serio al turismo que viene a pasárselo bien, a disfrutar de la ciudad, sin que tengan que estar sufriendo por desalmados comerciantes que, de restauradores, tienen solo el local. Y a ver si quitan de la calle a tanto pedigüeño, que no estamos en el siglo I de nuestra era. Cojones.
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