Era normal que así fuera por la cantidad de encontronazos que tuvieron entre Ayuso y, él, Lobato. Se enfrentó a Ayuso siendo un hombre a medio hacer, y ha acabado dándose cuenta de que en la esencia de lo debatido, lo rebatido entre la derecha y la izquierda, iban de la mano.
A Lobato se le cayó la venda cuando le implicaron en el caso del novio de Ayuso y pidió la sustitución de su puesto, en Madrid, y de su cargo. El partido le había echado a los leones sin medios defensivos. Fueron a por él como carnaza sin experiencia, y, de esta forma, se dio por enterado y reaccionó a tiempo.
Mirándolo de perfil, la lectura que nos hacemos de él es que no tiene o lo disimula muy bien, bajos fondos. Controla, es verdad, los tempos, y se permite administrarlos quedando en buen nivel de conocimiento político.
Me gusta este Lobato que ha quedado después de las experiencias acumuladas, que le confieren una pose de alerta y cuajo a la hora de tomar decisiones para no meter la pata. Creo que las contiendas con Ayuso, le han subido el listón y conferido una categoría por encima del nivel que tenía en su formación.
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