viernes, 13 de junio de 2025

por imaginar imaginemos

Puede ser una imagen de árbol y texto que dice "Los cometas viajan desde los rincones más lejanos del sistema solar trayendo pistas sobre su origen mientras dibujan colas brillantes en el cielo nocturno" 
Estaba pensando en el movimiento de traslación que llevan algunos bólidos surcando los espacios siderales. Y, ante esta imaginació, he pensado en cómo se pueden desplazar estos pedruscos desde la explosión y proyección de los cascoques hacia distintas partes del vacío espacial... Porque, pienso, que es la fuerza primaria de lanzamiento la que llevan todavía como fuerza motriz los bólidos. Pero, ¿acaso no hay una fricción espacial provocada por el mismo bólido rozando la energía estática por la que va navegando? ¿Esta fricción no sería de igual presión que la velocidad de empuje del objeto? En cuyo caso, la velocidad hubiera ido menguando con el paso de los milenios si hablamos de cascotes de estrellas u otros objetos planetarios en choques entre sí. Se supone que la tierra tuvo un choque contra otro planeta y de ambos choques nació la Luna. De esto no tengo el suficiente conocimiento para deducir que entre el choque un bólido o planeta contra otro, en este caso la Tierra, no se quedaron pegados y los escombros se juntaron formando otro planeta como el satélite lunar. Un satélite que bien pudo haber sido formado, compuesto, modulado, por una inteligencia superior con la capacidad de unir piedra a piedra y formar nuestra Luna. Toda redonda, visiblemente, y con características distintas a los dos planetas colapsados. Sinceramente, yo no me creo lo que estoy escribiendo de labios de alguien que lo dejó por si acaso...
La cantidad de residuos mentales es similar o proporcional a la mentira o falta de realidad, de la mención plasmada.
¿Cómo puede darse el caso de que dos planetas se choquen entre ellos y no queden ambos abrazados exponiendo sus bordes, sus siluetas deformadas, y luciendo un perfil difícil de darle forma redonda? Realmente los milenios, los giros y traslaciones, hacen virguerías con las aristas en tendencia a redondearlas.
 No me cabe en la cabeza que un meteorito, pequeño, lleve tanta velocidad que sea capaz de estrellarse en un planeta, como la Tierra, y provoque un tsunami de proporciones calamitosas. Cuando, la Tierra, lleva un giro de rotación y de traslación de difícil comprensión.
Tal vez, algún día, cuando sea parte de ese polvo estelar me dé cuenta de la incógnita que, ahora, ocupa un lapsus de tiempo en mi cerebro. Nunca es tarde.

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