La Pascua significa paso, transición, de la vida a la vida, pasando por la muerte. Del letargo invernal de la simiente, a la explosión gloriosa del renacimiento. Con sus más espléndidos colores y, todo, por el matrimonio entre la coqueta Tierra y su príncipe dorado, el Sol.
Otro modo de ver la Pascua no es haciendo la pascua a alguien que te caiga mal, sino que nos referimos al agosto que hace la Iglesia del Vaticano en estos días de matanza del Cordero Pascual.Y es que estos fariseos, santones negros, sepulcros blanqueados, necesitan matarlo todos los años para regocijo de los mamarrachos de andas, rocas, pasos, cofradías y fiestas de guardar, para beneficio del cepillo religioso; que me disculparéis, pero de religioso no tiene nada, excepto que nos viene bien que la Iglesia, con su papa, nos pongan a huevo regalarnos unos días de asueto, total, por varios cientos de euros de limosnas parroquiales. Y, esto, amigos, es sencillamente la Pascua y no hacer la pascua, -que también. Y si no que se lo digan o pregunten al muchacho que lleva 2000 años colgado de un madero y todo, porque le daba por ir a meditar y a hablar con su padre, en un huerto de olivos. "Por un moro que maté, matamoros me llamaron". Debió pensar el chaval una vez que le declararan tonto-pasivo, en una época de revueltas callejeras con los romanos. Esos romanos con sus falditas plisadas, sus zapatillas de cordón alzado, y sus cachas al soplo de vendaval. Algo así, como un día del Orgullo Gay.
Se habrán preguntado estos cucarachas religiosos que al Dios que adoran debe de estar hasta los cataplines de que todos los años le recuerden la matanza que hicieron con Su único Hijo. Ese Dios colérico que quiso hacer lo mismo a Isaac ben Abraham. Menos mal que en esta ocasión tuvo compasión o le cogió borracho y mandó a un ángel para que detuviera la mano de Abraham antes de asestar la cuchillada en el cuello de su primogénito; sin embargo no se libró un carnero que había por los alrededores, pastando. He, aquí, que los sacrificios de animales a los dioses: niños, palomas, corderos, vacas, etc., eran muy habituales en el cortejo hombres-dioses. Dioses que sin duda están anclados en nuestras dimensiones más bajas del planeta viviendo de esas energías vitales que salen del cuerpo al morir. El alimento de los dioses: deberíamos decir.
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