A Pablo Iglesias le pasa lo mismo con el inglés que a Aznar con el catalán. Lo hablan bien en la intimidad. Y no hablemos de la señora Botella y su <<café con leche en la plaza.>> Me encanta saber que no tienen vergüenza ninguna. Ninguno. Y que la desvergüenza es un arma de doble filo en boca de estos desvergonzados del carajo.
La cuestión está en que la mayor parte de sus <<señorías>>, -palabra que me repele y molesta bastante-, estriba en que todos y -digo, todos-, no se salva ninguno a la hora de inflar sus curriculum vitae ante la vergüenza, (ahora sí), de haber cateado la EGB.
Ahora resulta que ante la dimisión de la pepera por su nefando encuentro con la realidad de su curriculum cubierto de mierda hasta arriba, a los socialistas no les ha quedado otra que poner sus barbas a remojar y recurrir a la desbandada a retocar (y menudos retoques) la vaca gorda, y quedarse como la vaca mojama. Papeles que no sirven ni para haber contenido la plasta vacuna en su haber.
De este modo (más tranquilizados) poder levantar la voz, de nuevo, contra la plasta pepera, de nuevo. Tenemos, por ejemplo, el doctorado del presidente y de su queridíiiiisima esposa. Otra igual. Realmente, lo que vale, es el amor. Aunque sea un amor de guano.
Dice el refrán: que nadie es profeta en su tierra, y debe ser verdad por lo que Sánchez se ha largado a valorarse a Marruecos. Junto a su gran amigo Mohamed VI. Por el que siente tanta admiración que le ha vuelto a regalar otros 380 millones de euros para que vaya poniendo a flote Marruecos y le mandemos el turismo que nos sobra. Esto solo se le puede ocurrir a un gran presidente liliputienses.
Hay quien sigue las cantidades astronómicas que Sánchez está sembrando por el mundo mundial. Tan es así, que los mismos que le siguen la pasta no tienen pajolera idea de dónde son las manos temblorosas que reciben dicho regalo. Y los españoles con una infraestructural de vías ferroviarias más viejas del planeta. Sí, ahora recuerdo, que parte de los 380 millones de euros, para Marruecos, han ido para líneas ferroviarias. ¡Qué, qué! Pues eso.
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