Estamos en el día que se reunen los 133 cardenales para elegir al nuevo Pedro de la Iglesia católica.
Un dato muy curioso es el acto de <<invocación>> que realizan estos prelados para que sea el Espítitu Santo el que les guíe la mano hacia el voto que mejor pueda representar al Vaticano en la faz de otro Cardenal. Pero tenía entendido que las invocaciones no son buenas consejeras porque puede introducirse otro espíritu <<no deseado>> y desvirtuar la votación.
Las invocaciones son más para gente que desea hablar con los muertos, los demonios o Entes desconocidas con mucho poder de asumir o manipular la mente de los asistentes.
¿Quién nos asegura que no puede ser así?
Cuando la desaparición de la niña desaparecida en el Vaticano, Enmanuela Orlandi, o simplemente, lo dicho por el cardenal Gabriel Amor, sobre la filtración de humo del Infierno por debajo de las puertas del Vaticano... no puede ni debe dejar indiferente a nadie, y menos, a ellos, los purpurados, que bien gustan de pasear por sus largos pasillos.
Se fue el Papa Francisco y no ha dejado nada en la mente de los creyentes católicos, apostólicos y romanos. Se fue Francisco, como se fue Juan Pablo I, aunque este se fue por otros motivos no aclarados aún. Por lo que hay que tener mucho cuidado con a quién se reza o a quién se invoca.
En las dependencias mentales de cada uno de los 133 cardenales... se dan cita todos los asuntos que atañen a la parte materialista del mundo. Los cónclaves no dejan de ser una forma de elecciones cada muerte papal y dirigida más, a las cosas del mundo y la carne, que de las espirituales. Es normal dado que los votantes, los invocadores, son personas de carne y hueso que hacen aquello que mejor les rinda a las cuentas de la banca Ambrosiana. El verdadero poder de un Papa electo.
De ahí que el Espíritu Santo se encuentre en una encrucijada para salvar la unión entre Dios y las monedas. ¿Seré, acaso, por decir esto, un descreído en la unión del cuerpo y el espíritu?
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