martes, 28 de julio de 2020

ya hace diez años

que en Cataluña se prohibieron las corridas de toros. Creo entender que era por una causa justa por la que un animal, como el toro, no tuviera que pasar por ese trance.
Resulta que en Cataluña se ha estado celebrando la Fiesta del Sacrificio del Cordero: en la que una familia musulmana ahorra dinero durante todo un año para poder comprar un cordero y degollarlo, como se supone que hizo Abraham aquél día en que Dios le pidió que sacrificara a su hijo Isaac y, antes de que eso sucediera, Dios le ofreció un cordero en su lugar. 
Imagino que serán miles de corderos los degollados en honor de ese dios tan comprensivo. Pero, aquí, lo que no ha de faltar es la sangre sea de persona o animal. (La sangre: afrodisíaco de dioses o descarnados diabólicos).
Total, 
que la Generalidad ha mandado carta a los ayuntamientos para que no se celebre la Fiesta. Que los ayuntamientos no concedan terreno para el sacrificio animal por culpa del coronavirus. 
¡Ya vemos cómo no hay mal que por bien no venga! 
Me cuesta creer que, porque haya una raza, etnia, y quieran hartarse de comer carne... haya que achacarle la voluntad a un dios cargado de reglas, mandamientos, e idioteces varias...
Veamos si, después del coronavirus, el Ayuntamiento prohibe la matanza de corderos, igual que hizo con las de toros. 
Que los musulmanes emigren a su tierra para actos tan viles. Y, sobre todos, El día del Sacrificio del Cordero.
Menos mal que no se festeja el día de la bomba atómica en recuerdo del sacrificio de humanos que se produjeron en Irosima y Nagasaki.

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