el cristianismo no se crea en el síglo cuarto. El cristianismo resplandece cuando un listo, llamado Pablo de Tarso, le da por decir que ha visto a Cristo una vez que ha caído del caballo. Cristo le pregunta el por qué persigue a los cristiano... y dado que no sabe, no contestas, se suma al carro de los apóstoles. Pero como el que dirige el cotarro de los apóstoles es Santiago, hermano de Jesús, le dice que allí está de más. Que no creen en sus palabras... y menos en sus visiones.
"Si no puedes con el enemigo.., únete a él". Pues eso es lo que hizo Pablo de Tarso, por su cuenta y riesgo, se vino a Roma con el encargo mental de difundir el cristianismo, por el echo de pegarse en la cabeza con un pedrusco. Pedrusco con el que vio la luz. Y no expresamente, la luz divina; sino una forma más de vivir a costa de los tonto del culo. Y a partir de aquél entonces, han habido muchos Pablos que han vivido de la tontez de la grey. Y continúan.
Lo que se hizo en el silo cuarto, 350, fue recrear un libro: el libro de los papas, para llevar a los pueblos del mundo a un despeñadero; el mismo que utilizó Jesús cuando quiso deshacerse del demonio, despeñando a una piara de cerdos. ¡Me pregunto qué diría el dueño de los cerdos cuando vio que se había quedado sin el sustento de su familia! Pero estas cosas solo salen de las mentes privilegiadas de unos cuantos Pablos con derecho a dirigir esos cerdos al abismo.
No sé vosotros, pero pienso que nosotros mismos nos vamos dirigiendo solitos hacia el precipicio buscando la mano inocente -o, no- que nos despeñe y termine de una vez con la tontez preñada desde hace 2000 años. ¡Y lo que queda!
Pienso que la religión es un símil al fútbol, -del que suelen ser adiptos los papas y curas-, es sólo para la élite de pasta. Y, no expresamente, de la pasta de dientes.
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