lunes, 15 de febrero de 2010

no me gusta lo que veo...



¡Cómo me gustaría ser un filósofo de aquellos que pudieron mirar en el interior y periferia del ser humano y no involucrarse en ello!
Hace años conocí al psicólogo Antonio Blay, me pareció lo más cercano a lo que un ser humano puede llegar a estar de ser un avatar en nuestro tiempo. En unos de sus libros de auto conocimiento decía: “Cuando el exterior no te influya, habrás encontrado tu realización”. ¡Qué lejos estoy de ello cuando veo cómo evoluciona y se encamina la senda de la vida! Es verdad que cuando tu interior está preparado…a la vez que aparece el maestro, éste encuentra las palabras y técnicas más propicias a la ayuda de otros seres humanos.
Todo está basado en la mentira, si con ella podemos encontrar el modo de vivir holgadamente: nutriente de estómagos de gobierno. Al pueblo hay que arrojarle pedazos de carne del estilo Belén Esteban, GH., NiNi, etc., para tenerle abstraído y no se acuerde que está en la bolsa del paro. Este repugnante lugar que te rebaja de la estima de los demás y te condena mentalmente a una mendicidad de autoestima personal. Tan es así, que padeciendo los efectos de una evolución laboral escasa en corto, mediano y largo plazo, nos introducimos en el útero que representa el domicilio particular, para que nadie vea el frenado porvenir. ¿Cómo puedo ser ajeno a las causas que provocan la interacción entre cuerpo y alma, de sufrientes personas en colas como reses al matadero?
¡Millones de años evolucionando para terminar enfundado en un cuerpo que no parece mío! Y este pensamiento es el que me lleva a dudar, si realmente no soy un extraterrestre con ideas trascendidas del planeta original. En cualquier caso, la evolución inversa del ser humano no está siendo, de ningún modo, adecuada al tiempo que le está tocando vivir.

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