martes, 8 de agosto de 2017

volvemos a Cataluña

El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont. (EFE)
el enfermo crónico se espabila y empieza a respirar nuevos aires de independencia. Aquellos que esperaban que Puigdemont lo tuviera o tuviese crudo, nada de nada. Puigdemont cogió la Santa Cruz heredada de Mas y de procedencia masona, y evoluciona favorablemente hacia el Calvario uncido, pero no desnudo. Piensa, sin duda, que los niños malos -como él-, de la CUP, rompan el cerco político nacional, como los negros rompen la alambrada de Ceuta o Melilla. Y, digo yo: si ellos no temen a la Ley que les obliga por cargo y obediencia, ¿por qué nosotros -el pueblo-, debemos cumplirla? Desde mañana mismo estaríamos exentos de pagar impuestos; cagarnos en la madre que les parió, a todos estos traidores a la patria; y, proclamar, nuestras casas, Estados Independientes. De este modo podríamos negociar con el Estado Español, los presupuestos y subidas de las pensiones, para los siguientes años. Sin duda es una idea descabellada, pero no exenta de tentación por nuestra parte, y de debilidad nacional ante tanto presidente nacido dentro de cada nación que formaría nuestra vivienda. Seríamos todos alcaldes, presidentes, senadores, diputados, hijos de puta, mamones... igual que ellos lo son ahora. Con la diferencia de que todos seríamos iguales ante la puta ley que les protege a ellos, a sabiendas de que se la saltan. ¡Yo quiero ser presidente independiente de mi casa!, ¿y, usted?

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