Valencia vuelve a llenarse de color y sonido, desde el caloret, del año anterior, a la frialdad de Joan Ribó. Esto es lo que lleva la polìtica en sus entrañas. Gente política que tiene una chispa de whistki en su interior, al frio más glacial que dá la parte contraria de la primera parte. Sin embargo, creo, que todos están por hacer la labor más encomendada para sus partisanos... a partir de la suya propia. En esta labor faltaba -al lado de Joan, ex alcaldesa Rita-. Qué momentazo hubiera sido que la Rita le entregara la llaves de los falleros (a los que ha representado durante 24 años), a Joan Ribó. Y de común acuerdo... a las falleras mayores de este año. -Ya sé que me diríais lo mismo que un amigo esta mañana-: Tú, que lo sepas, no vas a ir al Cielo. Y me apostilla: te acordarás de ésto cuando estés allí. Una sentencia como la de los valencianos a Rita. En todo caso, las falleras, pasan de los políticos del momento y se preparan a pasar el mejor mes del año para los falleros. Sus presentaciones, sus idas y venidas, sus regalos, y sus diatrivas contra todo aquello que suene a disputa. Aunque, a su alrededor, todo parezca salido de un cuento de las Mil y Una Noches, lo cierto es... que por dentro va la procesión. Una procesión muy acorde con los acontecimientos que han de devenir de la curia, al advertir a los empresarios que los domingos son fiestas de guardar, con la consabida obligación de los ciudadanos a acudir a misa. Últimamente, los cepillos, han ido muy escasos de material para el que han sido fabricados. Eso hay que corregirlo cuanto antes. Y, ya, el Carrefour, se ha hecho partidario de la voz celeste. Al parecer, el único que está destinado al Infierno soy yo.
Valencia vibra con las grandes multinaciones de los colores, marcas, y tejidos variopintos.
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