Eta nació en un seminario. A Eta la creó la Iglesia. Esa Iglesia revolucionaria, amante de las armas y las acciones bélicas. Esa que con casucha en ristre aparece en las ceremonias religiosas una vez realizado el acto asesino. Esa Iglesia que se beneficia de amparar bajo sus faldas la vergüenza de las bombas.
¿De qué nos extrañamos que los gobiernos de izquierdas y de derechas hayan defendido y sigan haciéndolo a los etarras y les concedan tantas pevendas en contra de las víctimas de sus actos? ¿Por qué están los etarras en las administraciones públicas en comandita con los demócratas? O ¿por qué no ha muerto ningún cura u obispo, tras todos estos años de terrorismo? Ninguno lo sabemos aunque, como ahora, nos lo preguntamos. De todas formas la respuesta la hemos dado al inicio de este pequeño comentario: El Vaticano. Los jesuítas, El Opus Dei. Estos son los responsables del nacimiento de Eta. Esa parte revolucionaria y de espada desembainada entre los apóstoles de Jesús.
Realmente la Iglesia que representa Francisco está manchada de sangre, de intrigas mafiosas y blanqueos de dólares. La quiebra del Banco Ambrosiano fue pagada por el Opus Dei a través del dinero en robo de las participaciones que hicieron los inversores en la Nueva Rumasa de Ruiz Mateos. Todo a cambio de la prelatura personal y la canonización de Josemaría Escribá de Balaguer.
¿Por quiénes repican las campanas en sus campanario? Por las víctimas del terrorismo no. Repican a gloria para la chanza de los asesinos: ETA.
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