Con la salida del Papa Benedicto XVI, un rayo de luz rasgó los cielos italianos hasta la cúpula de la Basílica de San Pedro. Con la llegada de Francisco I, una nube en forma de ángel rosa se materializó. Todos estos eventos fueron pronosticados hace siglos. Estas señales son las premoniciones de sucesos no deseados por los hombres. Es más, son augurios de malos tiempos porque quienes fabrican, idean y proclaman estos anagramas están programando la implantación de un Nuevo Orden Mundial cuyo centro de poder se establecerá democráticamente por el requerimiento de los pobladores de las naciones, propiciado por una opresión y desconfianza de los ciudadanos del mundo por sus dirigentes. El caldo de cultivo está en la olla y como vemos está cociendo adecuadamente. Ya hace tiempo que en los medios divulgan la necesidad de este gubierno unitario para todo el planeta. Si para ello es necesario la utilización de una guerra mundial la promocionarán y llevarán a cabo para quitarse de enmedio dirigentes no deseables para la causa. Mientras, seguirán perfeccionando la máquina de poder cuyo principal eslabón será acostumbrar a los ciudadanos del mundo a visualizar sobre sus cabezas los hologramas con la cabeza del dirigente elegido y del papa electo. Los ciudadanos incarán sus rodillas ante estos vistosos rostros en tres dimensiones y ya no hará falta que acudan a misa para rezar, cuando vean la faz del Papa y oigan sobre ellos una música salida de ninguna parte creerán estar en una dimensión diferente. Los efectos especiales de imagen y sonido ya están fabricados, ahora sólo falta el momento y el bunker desde donde proyectarlo.
Empecemos a rezar, porque ahora si que nos llega el fin del mundo tal cual lo hemos conocido desde su fundación.
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