Son amigos aunque no vivan en el mismo país. Sus interminables cartas les llevan a mantener un status quo muy propio de gente con poderes económicos y sociales. Trump, avisa, vender a Netanyahu material bélico por un importe de 7160 millones de euros. Cosa que no me sorprende. Pero me lleva a imaginar que Israel podría tener un nuevo enemigo: común a Trump, (Trump bloquea ayuda a Sudáfrica por confiscar tierras a Israel) y, éste, asumir ese pedido de armas. Porque, qué sentido tendría el armar a Israel habiendo una firma de paz entre los palestinos y los israelíes. Bien es verdad que los palestinos se han dado cuenta, tarde, de que los auténticos enemigos son los terroristas de Hamás, como lo fueron para los españoles: los etarras. Íntimos, entre asesinos, del Movimiento de Resistencia islamista.
Total,
que las guerras seguirán siendo guerras en la medida que no haya otra forma de quitar gente del medio. Si ya con las vacunas no han podido con el enemigo de a pie. No van dejar de seguir fabricando armas por aquello de... ¿Qué haríamos sin enemigos?
A esa pregunta habría, tal vez, alguien, en confesionario, que les diría: pues... haceros unas pajillas. ¿No?

A Trump se le podría denominar: como aquel hombre de mirada aguileña, propia del águila calva. Señorial y profunda. Aunque antaño confería un deje de huído de institución psiquiátrica. El hombre se ha recuperado.
Ante tanto revuelo Trump ha recogido distancia con Kim Jong-un y, al parecer, van a hacer negocios juntos. Todo esto es bueno en la medida que si las grandes potencias se unen la paz sería, a mi juicio, duradera. A no ser que luego les de por enemistarse, por conveniencia, y montar la de Dios es Cristo. Que también podría darse.
Y mientras, esperando que el Tres I/ Atlas se vaya aproximando a nosotros con ganas de ese contacto en tercera dimensión. Se nos habrá hecho realidad la película, para mí, excelente, de Encuentros en la Tercera Fase.
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