
Pues a lo que íbamos. Ninguno de los dos cálices pertenecen a la cena de marras. Porque ese Cáliz se lo llevó Magdalena con las primeras y últimas gotas de sangre que salieron del cuerpo del hombre crucificado. De una sóla pieza y con vetas de colores marrón y verde. Un cuenco, propiamente dicho. Es notorio que el crucificado no fue Jesús, si no, un doble, elegido para pasarlo por el Maestro. De este modo copiado, algunos políticos también han tenido sus dobles por posibles atentados. Por tanto lo de la Última Cena, tal vez, no fuera tal, aunque escritores comenten los acontecimientos ocurridos en aquella habitación prestada a los trece, y lo que desde el lado contrario de la puerta se pudo haber escuchado decír a cada uno de los asistentes. Así, se comenta, que gracias a Judas, el Cristo nos redimió y salvó. Porque Jesús, tomando a parte a Judas, le dijo: tu eres el elegido y el que sabe más de todos ellos, de lo que ha de acontecer. Ve, y cumplamos los designios del Padre. Palabras textuales de la señora de la casa... una tal Serafina... amiga de los padres de Jesús. Y aconteció que en aquella cena no hubo vasos, sino una jarra: sin asas, que habrían de levantar para beber, cada uno de ella. El vaso de alabastro que se busca del Maestro, era el que utilizaba asiduamente. No existió vaso en la Última Cena.
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