Desde que la Iglesia tomò partido de la vida de los seres humanos en todos los países del mundo, hemos tenido conciencia de que el demonio existía para regocijo de los propios catequistas católicos. De este modo demencial y demoníaco nos tenían cogido de los cojones por miedo a que fuéramos al Infierno: ese lugar donde los malos se lo pasan divinamente; con esas mujeres que son tan malas, pero que están tan buenas. Pues de ahí viene que todos los beatos del mundo acudieran y sigan acudiendo en masa a las misas e iglesias y cultos de guardar, para que su alma no se funda con las llamas del Averno.
Un lugar de muerte para el alma que creó un dios que estaba o se encontraba ocioso y no tuvo más recurso que hacer a los humanos a su imagen y semejanza, y replicar a un Diablo a su semblante para que nos hiciera la vida una puta mierda. De todo esto se desprende que de los barros de aquellos entonces los humanos del momento. Y como barro nos rompe los huesos y la vida y se queda tan fresco. No sin antes haber conseguido que los hijos malos que fabricó se llevaran terriblemente mal con los hermanos buenos y se dieran de ostias hasta la fecha actual, en que todos, -digo todos-, nos estemos dando de sopapos y con un éxodo egipcio a las puertas de Turquía y Grecia. Todo un portento de gloria la construcción de los humanos y la guía turística de vida entregada a Moisés en el monte Sinaí. Todo un portento de Dios que teniendo la potestad de saber el futuro --puesto que el pasado lo estaba idealizando-, sigue adelante a sabiendas de lo que va a ocurrir. Es decir, el tio es un sádico, psicópata y patético Ente enfermo y solitario, que no sabiendo lo que hacer y teniendo potestad para hacerlo bien..., nos convierte en muertos vivientes, dolientes, y jodientes.

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